2024: un año bisagra para la renovación política

Por Alfonso Lessa

19.12.2024 | tiempo de lectura: 3 minutos

Con el anuncio formal de la composición del gabinete del presidente electo, Yamandú Orsi, se terminó de completar un ciclo que tuvo como eje las elecciones nacionales, aunque empezó muy temprano, aún bastante antes de las internas o primarias.

Y aunque todavía queden las elecciones departamentales de mayo del año próximo, bien puede decirse que este ciclo de 2024, constituyó un año bisagra, un año de renovación en buena parte de los elencos partidarios.

El propio presidente electo, Yamandú Orsi y sus principales contrincantes, Alvaro Delgado entre los blancos y Andrés Ojeda entre los colorados, son pruebas concluyentes de eso.

El mismo gabinete anunciado por Orsi también forma parte de este proceso, en tanto expresa diversos equilibrios, incluyendo el de gente que nunca había estado en esos lugares, aunque no sean jóvenes de promedio.

Entre 1959, cuando falleció Luis Alberto de Herrera, y 1964, cuando mueren el expresidente Luis Batlle, conductor a la tradicional lista 15, y Benito Nardone, por nombrar algunos, desapareció toda una generación de primeras figuras de la política nacional.

Habían sido los grandes protagonistas del Uruguay durante décadas y en muy poco tiempo dejaron un enorme vacío, que los partidos se vieron obligados a ir llenando poco a poco.

Y si uno tuviera que definir este año que termina, este 2024, no puede menos que recordar aquel tiempo.

Las muertes de Astori y Tabaré Vázquez, el (muy relativo) repliegue de José Mujica y Julio Sanguinetti, la temprana desaparición de Jorge Larrañaga, también dejaron vacíos difíciles llenar. A lo que se sumó, naturalmente, la imposibilidad constitucional del presidente Lacalle Pou de postularse a la reelección.

En buena medida, hubo que entreverar el mazo y dar de nuevo.

Por eso 2024 bien puede considerarse un tiempo de transición, en el que el escenario mostró figuras nuevas y en el que, sobre todo los blancos y los frentistas, apostaron sus fichas a figuras cuya verdadera dimensión se verá en los próximos tiempos. Unos en el gobierno, otros en la oposición. Ninguno, sin embargo, con los liderazgos partidarios asegurados.

La campaña, más allá de lo formal, fue larguísima y en cierta forma su extensión fue inversamente proporcional al interés que despertó en la gente, lo que quizás debería dar motivos para la reflexión.

El Frente Amplio confrontó en su interna dos modos diferentes de hacer política y dos personalidades muy distintas: el MPP -movimiento de espectro muy amplio y no un partido rígido- con un sector liderado por el Partido Comunista, verticalista y ortodoxo.

Yamandú Orsi, intendente canario por dos períodos, con un discurso abierto y flexible, que ha hecho del mano a mano su fuerte. Y Carolina Cosse, intendenta de Montevideo, de estilo más duro y distante.

Ganaron el MPP y su candidato, con una clara estrategia que procuró la moderación y el centro sin descuidar su propia izquierda.

Ese estilo en buena medida llevó al Frente al triunfo en noviembre.

Ahora habrá que ver en la cancha a Orsi y al senador y nuevo secretario de la Presidencia, Alejandro Sánchez, al que se señala como principal heredero y alumno de Mujica.

Y también a Cosse en su rol de presidenta del Senado y la Asamblea General.

Entre los blancos, el candidato fue Álvaro Delgado: formado, experiente, mano derecha del presidente, pero que no logró transformar en un triunfo la popularidad de Lacalle Pou, quien con este resultado, como si hubiera sido necesario, se consolidó como líder indiscutido entre los blancos.

Delgado seguramente ocupará algún espacio importante y todo indica que actuará en la coordinación de la Coalición Republicana en la oposición

Los colorados encontraron una nueva figura en Andrés Ojeda, que ganó la interna con un estilo peculiar y con quien su partido logró aumentar caudal electoral. Nada de eso, sin embargo, le asegura la futura conducción partidaria, tal como muestran algunos hechos. El retorno de Pedro Bordaberry a la cancha es el retorno de un dirigente muy influyente. La competencia interna, como contrapartida, suele dinamizar a los partidos.

El sistema político, que ha demostrado la fortaleza de sus partidos, atraviesa un momento renovación. Y el reto de un FA que por primera vez no tiene mayorías propias en una de las cámaras.

Todo este proceso, no solo implica un desafío para cada uno de los partidos, sino también un reto, en especial para un gobierno con protagonistas nuevos, que tendrá la necesidad de encontrar los interlocutores adecuados, cuidándose de no generar conflictos innecesarios.

Como a comienzos de la década de los 60, algunas cosas están claras, pero otras están por verse.