Los 50 años de la dictadura y los desafíos del presente
Alfonso Lessa
06.07.2023 | tiempo de lectura: 3 minutos
Pasaron las conmemoraciones de todo tipo que tuvieron lugar por los 50 años, medio siglo del golpe de Estado, y ahora nos enfrentamos de nuevo a la agenda habitual que incluye en el Uruguay algunos temas recurrentes que vuelven y vuelven en todos los gobiernos sin mayor solución.
O a veces se imponen con criterios fundacionales pensando que el 1 de marzo cada cinco años se refunda el Uruguay y empieza un período único e histórico.
Como si la política, el ejercicio del gobierno y sobre todo la historia del país, no fuera una construcción colectiva de los sucesivos gobiernos y parlamentos y ciudadanos de a pie, que va mucho más allá de los cuatro años que duraban antes y los cinco de ahora cada administración.
El recuerdo de los 50 años generó sentimientos de todo tipo, pero si algo no faltó, fue la emoción: el acto en el Parlamento mostró una imagen sólida, de unidad republicana con participación de todos los partidos y un papel muy relevante de la vicepresidenta Beatriz Argimón.
Lo mismo que el acto del que participaron el presidente Luis Lacalle Pou y los expresidentes Sanguinetti, Lacalle Herrera y José Mujica.
Así como el honor que tuvimos en Canal 5 de reunir a esos tres ex presidentes quienes hablaron con mucha profundidad y gran altura de temas relativos a la democracia y los valores republicanos. Un lujo que no en todas partes se puede dar o ver; después de 50 años del golpe y casi 40 de regreso a la democracia, los tres coincidieron en la necesidad de preservarla como un prioridad absoluta.
Fue un mensaje muy constructivo de parte de quienes llegaron a estar muy enfrentados y, creo yo, una suerte de consejo o advertencia a aquellos que quizás no valoran debidamente el régimen en el que estamos viviendo.
Tal vez porque no vivieron del mismo modo lo que pasó.
Y todo esto no sólo ocurrió en Montevideo, desde donde muchas veces se pierde la perspectiva del resto del país. Al respecto, tuve la suerte de participar en una sesión especial celebrada por la Junta Departamental de Paysandú en el hermoso teatro Florencio Sánchez. Fue otra demostración de pluralismo en una ciudad en la que, en 1973, tuvieron especial peso la huelga general y los choques con la naciente dictadura.
Respecto a la reunión de los expresidentes en Canal 5, fue muy relevante que, con orígenes tan diversos e ideas diferentes, hayan aceptado reunirse en televisión para coincidir en la necesidad de defender la democracia, mostrarse tolerantes y -sin dejar idas ni discusiones de lado- saber que no se puede socavar este sistema en el que vivimos. Algo así como la reunión de “tres viejos sabios” que vivieron de distinta forma y sufrieron en diverso grado las consecuencia de la dictadura.
Una vez más apareció como el contraejemplo lo que ocurre en Argentina en la que lamentablemente, como dijo Mujica, quienes piensan distinto ni siquiera se saludan.
A veces uno percibe resentimientos y odios difíciles de concebir medio siglo más tarde; discusiones sin sentido basadas en un mundo que no existe más.
Cosas increíbles, y saliendo por un instante del Uruguay, un ejemplo reciente del máximo desvarío: el mensaje de Evo Morales que ante la rebelión de los mercenarios que cometen todo tipo de atrocidades bajo las órdenes de Moscú, afirmó su “solidaridad con el digno pueblo de Rusia y su presidente, el hermano Vladimir Putin (…) Históricamente, -agregó- los enemigos de los pueblos intentan destruir la unidad de los procesos revolucionarios”. Poco creíble pero real.
Lamentablemente este tipo de cosas y mensajes del pasado a veces tienen sus correlatos por aquí. Y si algo faltó en esta serie de actos, fue una mayor autocrítica.
El mensaje de los expresidentes -y también del actual- en esta conmemoración del medio siglo del golpe y la consiguiente huelga general, llegó en el momento justo cuando otras generaciones van relevando muchas veces con dificultades a las anteriores y estamos en un año preelectoral en el que se miden en exceso los costos políticos y el desgaste del adversario, anteponiéndolas a los acuerdos que pueden favorecer a todos.
Es deseable que las expresiones de los ex presidentes no caigan en el vacío y las disputas por el poder no lleven a enfrentamientos estériles, con vocación exclusivamente electoralista y que a veces conducen a callejones sin salida.