Trump: el peor comienzo posible y el Uruguay
Columna de Alfonso Lessa
23.01.2025 | tiempo de lectura: 3 minutos
Uruguay se sabe, es altamente sensible al contexto internacional, no tanto por su tamaño (es mayor que Inglaterra) sino por su escasa población y, por tanto, por su pequeño mercado interno, por la dependencia histórica en material comercial y otros factores que se transforman en fragilidades.
Uruguay, sin embargo, ocupa un lugar geopolítico fundamental, en la entrada del Río de la Plata y entre dos vecinos gigantes, por lo que antes de ser un Estado ya era motivo de las ambiciones extranjeras -y una de las causas de enfrentamientos bélicos- en particular debido al puerto de Montevideo.
Esa dependencia hace que las cosas sean más fáciles cuando en el mundo existen certidumbres y el viento sopla de cola.
Lo contrario ocurre cuando la economía internacional se complica y existe incertidumbre, una incertidumbre que desborda todo lo previsible y amenaza romper todas las reglas de juego con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump.
“Trump se presenta como el protagonista de una revolución rupturista, pero hemos escuchado una vuelta al pasado”, sentenció esta semana la directora de El País de Madrid, Pepa Bueno, en un excelente análisis sobre el discurso de toma de mando de Trump.
La directora de El País, por supuesto, argumenta sólidamente su juicio, en base a unos cuantos de los anuncios y las afirmaciones de Trump.
Y es que el comienzo de Trump no pudo ser peor: insultos a diestra y siniestra, amenazas internas y externas, desprecio hacia América Latina, órdenes de puesta inmediata contra los migrantes, el desconocimiento completo de derechos ya adquiridos, la liberación de los delincuentes que atentaron contra el Congreso cuando la asunción de Biden, la marcha atrás en las relaciones con Cuba, subas de aranceles y el anuncio de una postura que pretende colocar a Washington bajo su conducción en un reciclado modelo imperial.
Su postura incluye algunas contradicciones flagrantes; por ejemplo, desconoce el cambio climático y toma decisiones tan duras como retirarse del Acuerdo de París, pero al mismo tiempo quiere a Groenlandia, porque sabe que el derretimiento de los hielos en el Ártico -por el cambio climático que niega- está cambiando las rutas de navegación, con todas las implicancias económicas, comerciales y militares que eso tiene.
En un artículo publicado parcialmente por La Diaria y recogido de la revista Nueva Sociedad, el analista argentino Esteban Actis, explica como la sequía sobre el canal de Panamá y los ataques de los rebeldes Hutíes afectaron al canal de Suez. Todo esto ha revalorizado el estrecho de Magallanes en Chile y el cabo de la Buena Esperanza en Sudáfrica, una parte de la denominada “geopolítica de los accesos”.
La democracia liberal de los Estados Unidos, vuelvo a citar a Bueno, parece estar camino a la instauración de una plutocracia, ya denunciada por Biden, quien dijo que una peligrosa oligarquía se estaba apoderando de Estados Unidos.
El impactante protagonismo de Elon Musk es una muestra del poder que han alcanzado los tecnomillonarios, que van bajando sus defensas ante Trump e influyen en horadar la libertad de información. Y van imponiendo una “telerealidad o realidad alternativa”. Cito una vez más a Pepa Bueno.
Este contexto tiene para los uruguayos el agravante de que Trump tiene a su lado al presidente argentino, Javier Milei, quien está completamente alineado con el discurso del norteamericano.
En lo comercial, quizás Milei se transforme de hecho en un aliado puntual de la vieja aspiración uruguaya de hacer tratados bilaterales al margen del Mercosur. Pero el modo, el estilo de hacer las cosas, implicaría una explosión del Mercosur y una máquina de generar problemas que no nos serían indiferentes.
La ultraderecha nacionalista y populista se extiende de forma alarmante por distintos países del mundo, incluyendo a la vieja Europa. Una ultraderecha amenazante que no hace más que aumentar la incertidumbre sobre el futuro.
Uruguay no tiene alternativa, salvo la que pueda implicar la ruptura de unos límites inaceptables, como una eventual invasión de Panamá, que parece casa imposible. Pero en cualquier caso está obligado a mantener las mejores relaciones posibles con Washington, al igual que con Argentina y con los países que puedan resultar socios comerciales y respeten ciertas reglas.
Casi nada el desafío que espera al nuevo gobierno uruguayo en este contexto internacional. Y más que al nuevo gobierno, al Uruguay.