El periodismo asediado: amenazas de hoy e incertidumbre de futuro
Por Alfonso Lessa
06.05.2022 | tiempo de lectura: 4 minutos
“Periodismo bajo asedio digital” es el nombre con el que se tituló la Conferencia Global sobre el Día de la Libertad de Prensa realizada en Punta del Este con la presencia de cerca de un millar de asistentes: periodistas, especialistas en comunicación y representantes de diferentes organizaciones de más de 80 países.
Se trató de una muy exitosa y rica experiencia organizada por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay y la UNESCO en la que, si algo quedó en claro, es que el título del encuentro se quedó corto, porque si bien apuntaba a algo específico y novedoso como las “asedio digital”, las amenazas al periodismo son múltiples.
En las decenas de conferencias y talleres que se realizaron en el Centro de Convenciones de Punta del Este se planteó una impresionante gama de casos de presiones, persecución, asesinatos, exilio forzado y espionaje contra periodistas de América Latina y otros lugares del planeta.
Pueden citarse muchos ejemplos, pero basten tres, dos de América Latina y otro de Bielorrusia. Entre los visitantes más destacados estuvo en Punta del Este, la reconocida periodista mexicana Carmen Aristegui.
Y menciono a Aristegui no sólo por su calidad profesional y humana, sino porque además ella sintetiza en buena medida, muchos de los principales problemas que se analizaron en el encuentro.
Con 7 millones y medio de seguidores en twiter y casi 9 en su portal, es una incómoda piedra en el zapato para el presidente de su país, Andrés Manuel López Obrador, como lo fue para otros gobernantes.
Y López Obrador no ha tenido mejor idea que perseguirla, hostigarla, lanzar campañas contra ella, que a su vez se ve obligada a responderle. Lo que ella, en una de las conferencias, calificó como verdaderas “jaurías”.
López Obrador, por supuesto, logra que gente identificada con él, se sume a su lamentable ataque, potenciado por el hecho de que se trata de una mujer y aquí entonces empiezan las descalificaciones y la vida privada. Es aquello de inventar un enemigo para tratar de afirmar un perfil propio. Dividir entre buenos y malos. Periodistas y medios amigos y enemigos. Un lamentable ejemplo de manual del populismo, que parece tener algún seguidor incipiente por estos lares
Hablaba de tres ejemplos: el segundo es el de otra mujer, la colombiana Claudia Duque, que desde hace 21 años sufre un feroz hostigamiento desde el poder en su país. Todo comenzó cuando descubrió en 2001 que en el homicidio de otro periodista, estaban implicados agentes del estado. Lo que siguió fueron amenazas, seguimientos, intentos de asesinato, el descubrimiento de órdenes de violar y matar a su hija y hasta el espionaje de los presuntos custodias que le había dado el gobierno, que además inventaban informes falsos sobre ella. Varias veces debió irse de su país.
El tercer caso refiere al del ganador del Premio Mundial a la Libertad de Prensa otorgado por UNESCO: la Asociación de periodistas de Bielorrusia. Su presidente, Andrey Bastunets, emocionado, refirió a los periodistas asesinados, secuestrados, presos y exiliados en su país.
El premio lleva un nombre que también es demostrativo de esta dura realidad: el del periodista colombiano Guillermo Cano asesinado en 1986 frente el diario El Espectador -del que fue director- por sicarios del Cartel de Medellín.
De Bielorrusia, precisamente, es la premio Nobel de literatura, Svetlana Alexievich, que escribió, entre otros, el libro sobre Chernobyl y uno llamado “Los muchachos del Zinc” en el que ex soldados y familiares de militares muertos en la guerra soviética de Afganistán cuentan historias terribles. También, por supuesto, perseguida.
Cuando uno escucha todo lo que escuchó en Punta del Este, cuando unos escucha las denuncias terribles, cuando uno habla con tantos y tantas colegas como los que habló, no podemos menos que decir que felizmente Uruguay es -desde hace años y más allá de gobiernos- una verdadera isla en un panorama muy complejo. Y eso a pesar de algunas denuncias puntuales, algunos intentos de deslegitimar a periodistas y medios, y del uso político de este tema, a veces ostensible, a veces disimulado o disfrazado.
Pero en lo que respecta a los desafíos, en varias mesas se reiteró el análisis de otro problema central de nuestra profesión y de la propia democracia: el futuro de los medios, nada menos que su propia supervivencia, cómo harán las sociedades y los estados para promover o asegurar la existencia de medios rentables tanto en el ámbito público como en el privado. Medios que al mismo tiempo de encontrar los modos de financiamiento, puedan actuar con independencia profesional.
Es decir, un asunto central en esta época de transición en la que los medios tradicionales se ven desafiados por las nuevas realidades que impone el mundo digital y las múltiples competencias que han surgido para esos medios tradicionales, ya sea los medios escritos, la televisión tal como la hemos concebido siempre y en cierta medida hasta las radios.
Con el pasaje creciente de una torta de la publicidad a los medios digitales, se abren discusiones sobre los nuevos modelos de negocios, la búsqueda de apoyos de organizaciones internacionales y los propios gobiernos.
Siendo este fenómeno universal, el reducido tamaño del mercado uruguayo lo agrava.
Durante la cumbre, se realizó un muy justo homenaje del Ministerio de Educación a Danilo Arbilla, periodista de extensa y riquísima trayectoria en Uruguay y en el exterior. Entre otros, se leyeron muy cálidos mensajes de los ex presidentes Julio Sanguinetti y José Mujica.
En definitiva, estamos en una época de transición, donde las cosas cambian a enorme velocidad, ponen en cuestión al futuro de los medios y por lo tanto la tarea de los periodistas, puntos claves para la convivencia y la democracia.
Decía que en buena medida Uruguay es una isla.
Pero esa isla hay que cuidarla, para que no nos pase como en otros casos, en los que pensábamos que había cosas que en Uruguay nunca iban a pasar.