Agua salada
Por Leonardo Luzzi
23.05.2023 | tiempo de lectura: 2 minutos
En Uruguay, tras un déficit hídrico extremo y por falta de inversiones previsoras, por primera vez que se recuerde, debió mezclarse agua de río y otra del estuario para abastecer a la población. El resultado es agua más salada.
Sanitariamente se afirma desde el MSP que el producto con más sodio, no es malo para las personas de buena salud y no se aconseja para otras con ciertas enfermedades renales o hipertensos.
Desde hace años, décadas, OSE fue el organismo casi siempre relegado a la hora de las grandes inversiones.
En cualquier caso, es imposible pensar que la zona metropolitana dependa de una única fuente bruta de agua dulce para abastecer a la mayoría de la población. Hasta ahora habíamos tenido suerte y de la canilla salía agua buena.
El río Santa Lucía da todo lo que puede y las distintas administraciones de gobierno, con algunos amagues, siguieron sin hacer mucho o casi nada, en materia de obras.
Para peor, un día faltaron las lluvias, pasaron más de tres años así, y llegamos a hoy: Falta agua potable para la población.
La administración no es responsable por la sequía aunque así se quiera hacer ver en busca de votos.
Mientras se anuncian medidas y se pide ahorrar, el Parlamento hace interpelaciones, no para buscar una solución, que parecería lo más lógico, sino para pasarse facturas con el trasfondo de señalar un responsable y tratar de sacar algún rédito electoral. Entonces se nos mete en una discusión técnica, también de rédito político, entre Arazatí contra Casupá, cuando pueden ser obras complementarias.
Por cierto Casupá se anunció hace varios años y no se concretó. Y así seguimos sin reservas alternativas.
En estas cuestiones de cuidar un recurso natural todos tenemos algo de responsabilidad y al decir todos, parece que la responsabilidad se diluye y no es de nadie, pero no es cierto.
¿Qué pasa con el vecino común, cuando derrocha y ni lo ve como un problema? ¿No tiene responsabilidad?. ¿Qué pasa con lo que se enseña en las aulas sobre el recurso finito?. ¿Qué pasa con los productores rurales y fábricas cuando lo que tiran o los químicos que usan van a la tierra y contaminan los ríos?. ¿Qué pasa con el saneamiento de las ciudades?. ¿Hay suficientes empleados para reparar los caños que están vetustos? ¿Qué productividad tienen esos empleados de OSE o tiene que seguir habiendo varios para hacer el asado?. ¿Las empresas que se contratan para reparaciones compiten en precios o acuerdan entre sí sabiendo que hoy ganará una la licitación y mañana otra? . Y así podríamos seguir en la cadena de mirar para el otro lado.
Pero también hay una responsabilidad mayor que es la de las distintas administraciones de gobierno, de los políticos, a esta altura de todos los pelos, que a la hora de armar los presupuestos no han priorizado a OSE.
Veremos qué pasa con esta experiencia crítica y qué lecciones aprenderemos.