Alejandro Gómez

Por Leonardo Luzzi

24.06.2024 | tiempo de lectura: 2 minutos

Alejandro Gómez vivía en Rivera como un uruguayo más que todas las mañanas se levanta a trabajar en su emprendimiento. Nunca bajó los brazos, no le pedía nada al Estado. Vivía con su familia, su esposa y sus hijos. Había diseñado un horno de barro que funciona con gas, leña o carbón. Pudo contratar a un empleado para que lo ayudara. Trabajaba por su cuenta y le iba bien.  Parece la historia de un compatriota común.

Pero Alejandro tenía ELA (esclerosis lateral amiotrófica) una enfermedad terrible que de a poco te va quitando el movimiento y te paraliza por completo. Se lo diagnosticaron hace dos años… El señor Alejandro recibía cuidados paliativos para suavizar su dolor, derecho al que hoy accede más o menos el 50% de la población.

Alejandro le pidió al diputado colorado Ope Pasquet que fuera a su casa en Rivera. En una computadora,  le escribió con una especie de lápiz, que apenas podía sostener, su deseo de poner punto final a su vida. El legislador leyó esa nota en el Parlamento.

En un tramo decía: “Me muero de ganas de vivir, pero no así. Confieso que he vivido mucho, intensamente, por lo tanto, aceptada la derrota, me niego a no seguir siendo libre como siempre he sido. Quiero, necesito, poder retirarme dignamente como un hombre, no como un vegetal que solo mueve los ojos. No hay justicia en vivir así ni para mí ni para mi gente. Meses esperando a morir asfixiado”.

Esta crónica es sobre Alejandro, refiere a la eutanasia y no es propósito de quien suscribe estar a favor o en contra de un proyecto de ley que divide a la sociedad por distintas cuestiones.

Básicamente, los que apoyan el proyecto entienden que es parte de la libertad individual tomar la decisión final —bajo determinadas circunstancias de enfermedades terminales y dolor inaguantable— de terminar con su vida con ayuda médica.

Habrá médicos que por razones de conciencia, como pasó con el aborto, puedan negarse en todo su derecho a aceptar terminar una vida. Otros aceptarán porque saben que hicieron lo humanamente posible para salvar a una persona que quería vivir, hasta que no pudo más.

Del otro lado, están los que se oponen a la eutanasia, también con buenos argumentos, y lo contraponen a la existencia de cuidados paliativos que pueden ir ayudando en el tramo final de un paciente. No consideran un derecho el que uno pueda decidir terminar con su vida.

El proyecto, que inicialmente redactó el diputado Pasquet y luego fue modificado, se aprobó en Diputados y desde octubre de 2022 está a estudio en la comisión de salud del Senado.

No se sabe si están los votos para su aprobación. Tal vez no estén, tal vez sí. Este no es un tema de campaña ni de votos.

Los legisladores tienen el derecho a sacarse las dudas con los expertos que reciben en comisión, invitar a las delegaciones que entiendan puedan aportar y tomarse su tiempo para reflexionar en un tema tan complejo.

Lo que no tienen es derecho a postergarlo a propósito, indefinidamente, para que el tiempo pase, termine la legislatura y no lo sometan a votación en el Senado.

El señor Alejandro ya murió. QEPD.