Boric y un paso al centro

Por Alfonso Lessa

22.12.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos

El amplio y cómodo triunfo de Gabriel Boric en las elecciones de Chile, fue -tras un período tórrido, agitado y violento- el triunfo de la inteligencia, la moderación en el momento justo, y el pragmatismo. En definitiva de una visión estratégica que dejó muchos prejuicios por el camino.

Pero, además, el modo en el que reaccionaron la sociedad en su conjunto, el presidente electo, el candidato perdedor y todos los sectores políticos, permitió un suspiro de alivio y una expectativa positiva respecto a una nueva y más constructiva etapa en la vida chilena. Y es que la dramática polarización había quedado atrás. Al menos por el momento.

La imagen de Boric reuniéndose con el presidente Piñera en La Moneda constituyó una postal lo que puede ser este nuevo tiempo. Impensada seguramente poco antes.

Gabriel Boric perdió en primera vuelta contra el líder de extrema derecha José Antonio Kast y en el marco de esa situación con la inminencia de balotaje por delante, sólo quedaban dos caminos para los contendores: afirmarse en un discurso radical, que fue lo que hizo Kast, o apostar a una línea moderada capaz de atraer votos de centro, espantar demonios del pasado y convencer de concurrir a las urnas a una parte importante de los votantes que no habían sufragado en la primera ronda.

Boric, de solo 35 años, fue líder en las revueltas estudiantiles, pero aceptó negociar la Constituyente contra la oposición de muchos de sus partidarios, algunos de sus cuales llegar a insultarlo, y en un momento quedó políticamente casi solo. Pero siguió adelante y quienes se oponían a los acuerdos con el oficialismo, terminaron aceptando de hecho su estrategia y se cobijaron bajo su liderazgo.

El camino de Boric para llegar hasta aquí no fue fácil: tuvo en su momento un discurso duro, capaz de convencer a la heterogénea izquierda chilena, pero asomado al balotaje, se acercó al centro.

Estos últimos tiempos estuvieron cargados de gestos y definiciones, de una lucha contra los prejuicios e incluso asumiendo con el valor que se requiere -sin vueltas y sin pretextos absurdos- el reclamo de que la izquierda termine con el doble discurso respecto a los derechos humanos al que estamos tan acostumbrados. Frente a determinadas afirmaciones de una diputada comunista, condenó sin temor a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Al mismo tiempo invitó a la izquierda a dejar la soberbia y a dedicarse a entender qué pasó, por qué nos los votaron a ellos, en lugar de criticar todo lo que hacen los demás. Dicho sea de paso, por estas tierras, Danilo Astori suscribió todas y cada una de esas palabras de Boric.

Todo eso le fue permitiendo al líder del Frente Amplio chileno, construir una base amplia que incluyó el apoyo explícito de figuras como la ex presidenta Michele Bachelet.

El escenario no es para nada fácil. La mismas noche del triunfo su vocero dijo en un debate televisivo que una cosa es lo que Boric quiere hacer y otra es lo que puede. Y que con un parlamento muy fragmentado, necesita de apoyos extrapartidarios para llevar adelante las transformaciones que prometió. Eso implica acuerdos. Y de paso destacó una y otra vez la necesidad de respetar la democracia.

Boris y su gente saben que se enfrentan a una situación muy compleja desde todo punto de vista, y que sin mayorías legislativas, debe sí o si buscar apoyos, lo que implica acuerdos con otras fuerzas políticas.

El escenario, por otra parte, implica reconocer a una derecha muy fuerte, con importante representación parlamentaria; y el seguro protagonismo de su líder. Este es un dato de la realidad que el ganador tampoco puede ignorar.

La llegada de Boric al gobierno genera muchas expectativas entre sus seguidores y el presidente electo ha asumido demasiados compromisos que serán difíciles de concretar en un período. Y todo, además, mientras funciona la Constituyente, donde los votos también están dispersos.

En Chile, con tantas experiencias traumáticas, se habla de una posible nueva izquierda. Quizás Boric pueda efectivamente, representar a esa nueva izquierda y llevar adelante un gobierno que evite la polarización, cierre heridas y recree un clima pacífico de convivencia.