Campaña atípica y la verdad en riesgo
Por Alfonso Lessa
25.10.2021 | tiempo de lectura: 4 minutos
Es probable que la consulta popular sobre la LUC, en caso de confirmarse el número de firmas como todo hace prever, tenga lugar en marzo.
Es, por supuesto, una fecha atípica, sobre fines del verano, en un período habitualmente de escasa actividad política y poco propicio para la movilización.
El tramo final de la campaña, por lo tanto, se desarrollará en una fecha más atípica aún: enero y febrero, pleno verano y período de vacaciones. Y con el agregado de que carnaval será entre fines de febrero y principios de marzo.
Estas fechas constituyen un desafío extra para los promotores de la derogación, pero en definitiva para las dos partes. Claro que como siempre ocurre, el peso mayor de la responsabilidad recae sobre el desafiante.
A esta altura, ya llegando a fin de año, todo esto plantea más preguntas que respuestas.
Parece claro que la campaña será dura, áspera, pero la primera pregunta tiene que ver con ese estilo: ¿hasta dónde convendrá a las partes ingresar en un terreno de ese tipo sin cansar a la ciudadanía?
¿O será que los partidarios de unos y otros preferirán un choque frontal de ideas e incluso para algunos frentistas pueda ser una suerte de revancha de las últimas elecciones?
Está muy claro que si los promotores de la derogación quieren sumar votos, deben apuntar al centro y allí el discurso confrontativo no es bien recibido.
Hasta el momento los promotores de la derogación han presentado a la LUC como un todo, como un paquete al que responsabilizan de muchos problemas.
La cosa es más compleja, más sutil, cuando se empieza a hilar fino y la ley se transforma en temas puntuales de debate. Allí aparece la tarea del oficialismo.
Lo que no podrá hacer el oficialismo en estas circunstancia es una “no campaña”, es decir, ya no puede repetir la riesgosa actitud que tuvo lugar durante la recolección de firmas, en la que claramente se apostó a ignorar el tema.
En cierto modo también hubo una suerte de “no campaña” o una campaña muy atenuada entre la primera y la segunda ronda electoral de las elecciones pasadas.
Al comienzo, los cuestionamientos contra la LUC se centraron en la presunta vulnerabilidad de derechos y la seguridad pública. Pero ocurre que el tema de la seguridad pública, principal preocupación de los uruguayos durante muchos años, dejó de serlo. Es decir, que en los hechos existe conformidad con lo que está pasando, lo que acota el margen sobre la discusión de ese tema. Más aún, el oficialismo ha empezado a sacar filo político a ese tema.
La campaña contra la política sobre la pandemia tampoco tiene destino, cuando una muy amplia mayoría de los uruguayos apoya lo realizado por el gobierno, cuyo presidente, a más de un año y medio de gestión, conserva un alto índice de apoyo y uno notoriamente menor de censura.
De todos modos, en los últimos días hubo algunas declaraciones que generan dudas sobre lo que habrá de pasar. El expresidente José Mujica, por ejemplo, trató de quitar todo mérito al gobierno en materia de seguridad y aseguró que la mejora notoria en los números, se debe a la pandemia. Una afirmación de dudoso sustento y que medios internacionales están contradiciendo, en la medida que estiman que eso pudo haber parecido al comienzo, pero que eso se ha revertido sobre todo en el crimen organizado. Los casos de América Central y México son paradigmáticos. Pero no solamente.
Un informe de mediados de mayo de este año de Europol, la agencia europea de lucha contra la delincuencia, establece que “nunca antes el crimen organizado había representado una amenaza tan grande para Europa”. Y añade: que el crimen organizado “ha aumentado durante la pandemia” y que “los delincuentes han sido rápidos en adaptar los productos ilegales, el modus operandi y las narrativas a la pandemia de la covid-19”.
En la misma línea que Mujica, la senadora Lucía Topolansky atribuyó al Frente Amplio el éxito de la campaña de las vacunas, por los llamados que realizó a sala. Otra afirmación con poco respaldo fáctico.
Otra pregunta clave, entonces, es en qué terreno se dirimirá la campaña, es decir, cuáles serán los temas centrales del debate y de algún modo, como en los viejos duelos, quien impondrá la agenda y llevará al adversario a su propio terreno.
Las cosas, entonces, parecen indicar que la disputa se correrá a espacios como el de la enseñanza -donde referentes frentistas de primera línea eran muy críticos de lo que pasaba en su propia administración- y al ámbito económico donde el gobierno sabe que tiene su gran desafío.
Un elemento más: en medio de esta convocatoria, se realizará la campaña de la interna frentista, lo que incluirá el reto extra de comparecer juntos contra la LUC, pero diferenciarse para que existe una verdadera competencia.
Y aquí otra pregunta: ¿esa coincidencia favorecerá al Frente Amplio o le puede perjudicar? ¿Favorecerá al Si, o lo debilitará?
Desde ya estamos presenciando una especia de esgrima político, en el que los alineamientos de uno y otros detrás de objetivos y estrategias comunes, resultarán fundamentales.
Cómo también será un factor fundamental una cuestión de estilos, de no pérdida de la línea, más allá de que algunos consideren y otros no, que es una especie de elección de medio término.
Para las dos partes es crucial: después de un período de incertidumbre luego de la derrota, el FA encontró en la LUC un elemento para marcar agenda y jugarse en cierta forma a todo o nada. El gobierno tiene en una LUC una herramienta clave. Aunque, según informó Búsqueda en la última semana, el oficialismo ya piensa en otros instrumentos legales para el caso -que consideran muy improbable- de que la norma fuera derogada.
Todo un desafío en el que es de esperar que, en la lucha por la procura de votos, la verdad no sea su primera víctima.