Castellá y el “pasado reciente”
Columna de Alfonso Lessa
09.08.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos
La destitución del general Daniel Castellá como presidente del Supremo Tribunal Militar por el asesinato de Vladimir Roslik en 1984, volvió a poner sobre la mesa -si es que en algún momento no lo estuvo- la llamada “historia reciente”.
Esa “historia reciente” es para los uruguayos, o por lo menos para una parte importante, un lastre que no deja de acompañarlos desde hace décadas; y al mismo tiempo motivo de interés para mucha gente común, de análisis e investigaciones para los especialistas e historiadores y también de curiosidad para los más jóvenes.
Cuando se produjo el golpe de Estado de 1973, hacía cuarenta años del inicio de la dictadura de Gabriel Terra, el consecuente suicidio de Baltasar Brum y todo lo que vino con ello. Nadie hablaba entonces en el Uruguay respecto al 33, de la historia reciente. Pero sí lo hacemos cuando hablamos del golpe del 73, ocurrido hace casi cinco décadas.
La primera acción de relevancia conocida de la guerrilla en nuestro país, el robo de las armas del Club Tiro Suizo, ocurrió hace casi sesenta años. También es “historia reciente”, pero entre la guerra civil de 1904 -la más sangrienta, con miles de muertos y heridos- y el mencionado golpe del 33 había pasado la mitad de tiempo: 29 años. Los ejemplos en el mismo sentido podrían seguir, para mostrar como hemos tratado y tratamos de modo tan distinto estos períodos históricos. La pregunta es por qué. Y aquí caben sin duda múltiples respuestas que tienen que ver con motivos ideológicos, el protagonismo que han seguido teniendo actores de primer nivel de aquellos tiempos, la sensibilidad ante temas no resueltos -en particular el de los desaparecidos- en el marco de una acción estatal nefasta; y hasta los resabios de la Guerra Fría con discusiones reiteradas hasta el hartazgo y hechos que se replican como la polémica sobre Cuba. Y por supuesto, el uso político de la historia, tema que José Rilla analiza profundamente en su libro “La actualidad del pasado”.
Respecto a ese uso interesado de la historia, el episodio de Castellá también nos deja una enseñanza: la de la inconveniencia de ver todo en blanco y negro. Desde el homicidio de Roslik por torturas pasaron gobiernos de todo signo y color sin que nadie tomara medidas en relación al hoy general destituido. E incluso, al contrario de lo que podía pensarse, los galones más importantes de su carrera fueron con la izquierda y en particular por su relación con los ex guerrilleros tupamaros. No siempre las cosas son como parecen.
Recuerdo el impacto de la noticia de la muerte de Roslik por torturas, apenas comenzó a circular en círculos muy restringidos. En aquella época trabajaba, entre otros medios, en una agencia internacional -la DPA- que como todas las de su tipo, podía acceder a información y divulgarla de una forma mucho más libre que los medios nacionales. Fue una conmoción por lo que implicaba humana y políticamente. Era un golpe duro a la transición, en particular porque los hechos ocurrieron en un cuartel que dependía del general Hugo Medina, ya transformado en pieza clave de las negociaciones con los partidos que terminaron acordando en el Club Naval y estaba claramente enfrentado al dictador Gregorio Álvarez. Más aún: se especulaba que ese terrible hecho había sido provocado con la intención de dañar la imagen de Medina, anular su protagonismo y abortar las negociaciones. Si ese fue en algún momento el objetivo, no se logró.
Este año se cumplen cinco décadas de otro acontecimiento clave del último medio siglo: las elecciones de 1971. Clave porque en ellas hubo novedades, polémicas y hechos determinantes para el futuro inmediato y mediato. Allí apareció Wilson Ferreira Aldunate con todo el esplendor de su carisma y liderazgo, que fue el candidato individualmente más votado. En esa elección compareció por primera vez el Frente Amplio con el general Seregni a la cabeza y una convocatoria realmente importante que lo acercó al 20 %. En esa elección fracasó el intento reeleccionista de Jorge Pacheco Areco y triunfó por escaso margen, de la mano del Partido Colorado y del anterior sistema del doble voto simultáneo, Juan María Bordaberry. El Partido Nacional denunció fraude e impugnó la elección, pero eso nunca se llegó a probar. Todo en un marco de polarización y violencia, que incluyó la fuga grande de Punta Carretas de los tupamaros dos meses antes de los comicios.
Esa elección de 1971 marcó el futuro y en buena medida profundizó muchos episodios de ese “pasado reciente” siempre en discusión. Por todo ello, esa elección, así como otros hechos que marcaron al Uruguay, llevarán a Canal 5 y los medios públicos a realizar un conjunto de programas especiales tratando de satisfacer el interés de quienes quieren conocer más. Porque, por supuesto, más allá de polémicas y de los usos que se quiera dar al pasado, conocerlo y saber qué nos pasó no sólo es legítimo, sino que también parece necesario.