Dos bloques

Por Alfonso Lessa

30.08.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos

Hoy el Uruguay vive lo que algunos analistas e incluso determinados actores políticos previeron desde hace años: la existencia de dos grandes bloques, diferentes, de estructuras e historias muy distintas, pero que, de hecho, compiten por el gobierno y el poder.

Por una parte, el Frente Amplio, la fuerza política mayor pero no el partido más grande, como a veces se le define erróneamente, y la coalición de gobierno, una novedad respecto a su diseño y funcionamiento, pero con antecedentes en relación al apoyo de algunas administraciones pasadas.

Nunca o casi nunca como en las actuales circunstancias ha quedado tan claro que el Frente Amplio es, ante todo, una coalición. Las diferencias internas que muchas veces lo paralizan -que se corresponden con su heterogeneidad ideológica- la carencia de un liderazgo único y una estructura muy pesada en la toma de decisiones (precedida por las definiciones previas de cada una de sus fuerzas) lo muestran con claridad.

En realidad, ese es un hecho que no debe llamar la atención. Desde su propia fundación, ya en la declaración constitutiva de 1971, se afirmaba, entre otros conceptos, que se trata de una “coalición de fuerzas – que no es una fusión y donde cada uno de sus partícipes mantiene su identidad…”, sin desmedro de las autoridades y el programa común.

Se ha transformado desde 1971 en una coalición permanente, aunque con puertas de vaivén: hay sectores y dirigentes muy importantes que se fueron para pasar a otros partidos, formar otras coaliciones o enfrentar electoralmente al Frente, a veces duramente, y que en algunos casos volvieron. Y entre medio, hubo grupos que se incorporaron incluso después del retorno a la democracia, como el MLN.

Hoy el Frente Amplio afronta el reto de la renovación generacional y de fortalecer un centro muy débil, único lugar hacia donde puede crecer de acuerdo a la autoidentificación ideológica de los uruguayos; un poco más a la izquierda, un poco más a la derecha, pero cerca del centro. El modo de ganar iniciativa y procurar avanzar ha sido la oposición a la LUC, que no contó inicialmente con un respaldo unánime. Pero le sigue faltando una autocrítica que vaya muchos más allá del gastado argumento de la pérdida de contacto con las organizaciones sociales. Si no ingresa en las fallas de gestión, en particular en su última administración, no le será fácil asumir lo que viene. Hay sectores que claramente quieren saltarse esa discusión, sobre todo por la proximidad de las elecciones internas.

Por otro lado, aparece la coalición de gobierno, un conjunto de partidos que comprende un amplio arco ideológico, que incluye desde los partidos fundacionales Blanco y Colorado, hasta la novedad que significa Cabildo Abierto bajo la conducción caudillista del general Manini Ríos y un sector de centro izquierda como el Partido Independiente.

La concreción de esta coalición planteó al menos tres interrogantes: la primera, hasta dónde estos partidos serían capaces de lograr un acuerdo para gobernar. Ese primer desafío fue superado. La segunda pregunta tiene que ver con el tiempo en el que esta coalición puede permanecer intacta en el gobierno detrás del presidente Luis Lacalle Pou, quien ha sorprendido a propios y ajenos -mucho más a estos últimos- con su liderazgo. Es razonable que surjan diferencias y que las mismas crezcan en la medida que se aproximen las elecciones. Siempre pasa, incluso dentro de gobiernos de partido, aunque es importante como se administren esos disensos. Pero todo indica que la coalición todavía tiene por delante tiempo para gobernar. Y la tercera pregunta tiene que ver con el futuro más allá de este gobierno y la capacidad o no que tendrán estos partidos para mantenerse en bloque. Podría ocurrir, por ejemplo, que como en 2019, las elecciones de primera vuelta en octubre operen como una especia de interna de hecho que defina las candidaturas. O que esta experiencia no se repitiera.

De la mano de esa respuesta, estará la configuración del propio sistema de partidos y las características de la próxima contienda electoral.

Dos bloques, dos historias diferentes, dos maneras de ver la política y desafíos cruciales y particulares para cada uno de ellos: ese es, en resumen, el actual panorama político uruguayo.