El ejemplo de 1990 y la relación entre Lacalle y Pereira

Por Alfonso Lessa

06.04.2022 | tiempo de lectura: 3 minutos

El año 1990 en general no suele destacarse demasiado cuando se habla de lo ocurrido en el Uruguay en las últimas décadas, pero sin embargo aquel fue un año muy importante en la historia, esta sí, reciente, de nuestro país.

Luego de las elecciones de 1989 el país se enfrentaba a dos novedades que, juntas, implicaban una situación sin precedentes para el Uruguay: los blancos volvían al gobierno luego de casi tres décadas y el Frente Amplio ganaba en Montevideo por primera vez. De ese modo la coalición de izquierdas se instalaba en Montevideo desalojando al Partido Colorado, para no dejar más la Intendencia hasta el momento.

El Partido Nacional llegaba al gobierno de la mano del nuevo presidente Luis Alberto Lacalle Herrera y el Frente Amplio lo hacía en relación a la intendencia, con Tabaré Vázquez, figura destinada a liderar la izquierda y a arribar más tarde dos veces a la Presidencia.

Lacalle Herrera representaba una visión liberal y llegaba decidido a realizar reformas en esa línea; Vázquez era una socialista que expresaba una visión diferente. Era, para el país, un enorme desafío: la cohabitación inédita de dos modelos contrapuestos y bien marcados. Y los dos líderes comprendieron la dimensión de ese desafío, para el país, para sus fuerzas políticas y para ellos mismos. La incertidumbre era mucha pero los dos lograron un elemento fundamental en ese contexto: mantener puentes, un diálogo permanente -a veces público a veces reservado- y cuidaron esa relación incluso en el ámbito personal. Ni siquiera la discusión y el referéndum sobre una norma clave para el gobierno blanco, como la ley de empresas públicas, pudo romper ese puente.

Ahora, luego de otro referéndum sobre otra norma básica para el gobierno -aunque con un resultado inverso al de entonces porque la ley se mantuvo- es bueno recordar aquel hecho. Y tal vez basados en aquella experiencia, tanto el presidente Luis Lacalle Pou como el novel presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, han entendido la importante de esos puentes, en particular luego de la presidencia frentista de Miranda, que implicó una ruptura sin vueltas del dialogo entre el mandatario y la oposición.

Desde la llegada de Pereira a su cargo, los dos mantuvieron el diálogo, cuidaron sus relaciones y lo hicieron saber; incluso en los momentos más duros y oscuros de la reciente campaña. Fue un acierto de ambos, ajeno a las polémicas y las manijas, sin dejarse influir por algunos entornos y por el nefasto mal uso que nuevamente se hizo de las redes; un ingrediente que ha llegado para envenenar la política y las relaciones a todo nivel.

Para Pereira, en especial, se trata de un reto mayúsculo, en tanto es nuevo en la política partidaria, que no es lo mismo que el sindicalismo. Y de ahora en más, cuando actúe, lo deberá hacer en nombre de todo el Frente Amplio, lo que provoca interrogantes sobre su capacidad de maniobra y autonomía. Y tal vez lo primero que deba hacer es convencerse de que en el referéndum hubo un ganador y un perdedor y convencer a su fuerza política y los sindicatos de eso: esa es la realidad y la teoría del empate no tiene lugar. Tal como expresó el histórico dirigente sindical Richard Read: “Acá no se puede hablar de empate, hubo una opción que ganó y otra que perdió”. Sin asumir esa realidad de forma clara más allá de lo que se proclama, todo será más difícil, como lo que ocurrió al Frente luego de las elecciones de 2019.

Para el presidente Lacalle Pou esta relación significa un elemento muy importante pero también un reto, porque él también deberá administrarla liderando una coalición heterogénea y novedosa. Y muy probablemente no siempre le resulte sencillo transitar esta relación con la oposición dejando satisfechos a todos los partidos que lo apoyan.

Pero una parte importante del clima político de los próximos años se juega en esta relación. El ejemplo de 1990 está allí para recordarlo cada vez que sea necesario.