La carta de Beijing

Por Alfonso Lessa

13.09.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos

Hace muchos años, en 1967, Alberto Methol Ferré, uno de los más destacados intelectuales de nuestro país, escribió un pequeño ensayo que trascendió fronteras: “El Uruguay como problema”.

Methol exponía una visión geopolítica del Uruguay y sostenía, ya desde el comienzo, que nuestro país es “la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico Sur, y la incertidumbre afecta y contamina, de modo inexorable y radical, al sistema de relaciones establecido con Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia”.

Después desarrollaba una serie de ideas e hipótesis que fundamentaban esa afirmación -incisivas y polémicas- y que tenían que ver con el Uruguay como problema para si mismo y para la región.

Eran otros tiempos, la coyuntura era diferente, todavía no habían nacido las últimas dictaduras, ni se había creado el Mercosur -fenómeno que analiza en otra obra- existía la Unión Soviética, era plena Guerra Fría y el escenario internacional no contaba con un actor que hoy es central: una China muy poderosa y que no para de crecer. Pero de todos modos aquel análisis geopolítico puso sobre la mesa el papel de Uruguay desde una perspectiva particular.

Se trata del Uruguay al que muchas veces se llama “paisito”, un forma que tiene más justificación en el afecto que en su verdadero tamaño. Puede parecer tan pequeño porque está en medio de dos de los nueve países más grandes del mundo, pero, por ejemplo, su territorio es mayor que el de Inglaterra (176.215 quilómetros cuadrados ante 130.279). Y el tamaño no fue para los ingleses un impedimento para transformarse en un imperio y ser una potencia.

Una diferencia muy importante, que hace a la cuestión que estamos tratando, es que allí viven 56 millones de personas y aquí somos tres millones y medio. Quiere decir que existe una enorme diferencia de mercado que el Uruguay se ve necesitado sí o sí de encontrar en el exterior. Y aquí volvemos una y otra vez a la misma discusión: si el Mercosur no ha satisfecho las expectativas y al mismo tiempo no nos deja hacer tratados bilaterales con otros países: ¿qué hacemos?

Ese debate, ese “Uruguay como problema”, se ha vuelto a plantear con el anuncio del presidente Luis Lacalle Pou acerca de la carta que le envió ese actor tan poderoso que es China respecto a su disposición para iniciar un proceso que puede terminar en una tratado de libre comercio.

El tema no es nuevo y el propio Frente Amplio, o algunos de los miembros de sus gobiernos, intentaron llevarlo adelante pero no pudieron, por diferencias internas y presiones de los socios del Mercosur.

Ya advirtió Danilo Astori en estos días de los difícil que puede resultar este emprendimiento. Pero, como contrapartida, respaldó la iniciativa.

Lacalle Pou sabe que este intento implica al menos de dos condimentos políticos: un apoyo político dentro del país lo más amplio posible, y el riesgo de una crisis en el propio Mercosur; aunque cuesta creer que no haya conversaciones avanzadas con Brasil sobre el tema.

¿Cuál es el escenario para todos esto?

En lo interno, el presidente reunió a todos los partidos, sabedor de que es un tema de tal importancia que nadie puede mirar para otro lado, porque involucra a todos. Y si se concretara, probablemente influya más en los próximos gobiernos -sean del signo que sean- que en el actual.

Es decir que colocó sobre la mesa un asunto de enorme trascendencia, que va de la mano con la decisión de 1988 cuando Uruguay estableció relaciones con Pekín y como contrapartida dejó sus vínculos diplomáticos con Taiwan.

En lo regional, el momento parece más propicio que otros anteriores, por la debilidad del Mercosur, por las claras diferencias y hasta enfrentamientos entre los gobiernos de Argentina y Brasil y también por las circunstancias internas que atraviesan los dos países: una Argentina dividida no sólo entre gobierno y oposición sino dentro de cada uno de esos bloques. Y un Brasil con un Bolsonaro imprevisible, que juega a la polarización y que hasta realiza amenazas de carácter institucional. Esta Argentina y este Brasil -con sus inestabilidades- no son socios confiables para los europeos y esa es también, una de las razones de los fracasos en los intentos de acuerdo comercial del Mercosur con la UE.

Pero además se agrega a esto una condición que actualmente impide cualquier acuerdo Mercosur-China y es que Paraguay no tiene relaciones con ese país, sino con Taiwan.

El gobierno, además, ha redoblado la apuesta, porque el canciller Francisco Bustillo anunció que existen gestiones con otros países para concretar acuerdos bilaterales.

Alguien puede preguntarse también por qué un país como China tendría interés de impulsar un acuerdo con Uruguay y allí puede haber al menos dos respuestas. La primera, en relación a la expectativa de que la actitud de Uruguay termine arrastrando al Mercosur en su conjunto  o a su miembro más poderoso, Brasil, a participar de un acuerdo. Y la segunda razón, eventualmente vinculada a la primera, vinculada a aquel papel geopolítico y de “llave” regional que Methol Ferré le atribuía al Uruguay.