La grieta
Por Leonardo Luzzi
13.09.2023 | tiempo de lectura: 2 minutos
Las sociedades, por distintos motivos, se pueden quebrar, en particular por los caminos que se toman en ciertos momentos históricos y cuando las expectativas se van alejando de un nivel de vida con cierta seguridad y bienestar.
Uno de los cometidos de los líderes políticos es acortar esas distancias y asegurar equidades.
Argentina desde hace años viene partida en pedazos y sus representantes desprecian al otro. Las opciones que muestra la actual carrera electoral son una muestra de la división.
La grieta está abierta y algunos fomentan el odio.
En Chile, ni la recordación de los 50 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet, logró la unión.
Tal fue así que al acto por el 11 de setiembre de 1973, tres de los cuatro presidentes vivos posdictadura no se hicieron presentes en la carpa instalada frente a La Moneda como lo pidió el mandatario Gabriel Boric para recordar aquel día oscuro.
Sebastián Piñera, Eduardo Frei y Ricardo Lagos, por distintos motivos se excusaron de acompañar al presidente en el acto que sólo contó con la presencia de Michelle Bachelet.
La señal a la sociedad fue de desunión.
Es cierto que Piñera, Frei, Lagos, Bachelet y Boric un día antes del acto oficial se mostraron juntos para firmar un documento en defensa de la democracia y hasta ahí llegaron.
La grieta en Chile sigue abierta.
¿Y qué pasa en Uruguay?
Hay ciertos gestos políticos desde arriba que enaltecen, lo que no quiere decir que no haya problemas y miradas enfrentadas sobre temas actuales y el pasado reciente.
Hace poco, a fines de 2019 quedó en la retina cuando el entonces presidente Tabaré Vázquez invitó a su sucesor, el recién electo Luis Lacalle Pou, a viajar a Buenos Aires a la asunción del presidente Alberto Fernández.
Y el presidente Lacalle Pou fue acompañado de los expresidentes José Mujica y Julio María Sanguinetti a la asunción en Brasil de Lula da Silva, un hecho de los más destacados.
Y ahora, Lacalle Pou, el expresidente José Mujica y la exvicepresidente Lucía Topolansky estuvieron en Santiago de Chile por los 50 años del golpe.
Pero a pesar de esas actitudes, que no ocultan las diferencias políticas, vale preguntarse si en Uruguay, en los discursos de políticos y gremialistas, y en las conductas sociales, hay señales de división profunda que pueden afectar la convivencia.
También es bueno recordar todo esto en tiempos electorales, que ya los tenemos encima, cuando es fácil encender la mecha, tentación riesgosa en busca de algún voto más.