La soledad de Martina Casás
Por Leonardo Luzzi
31.01.2024 | tiempo de lectura: 2 minutos
Martina Casás es diputada suplente. No es, por tanto, de las más conocidas del Parlamento. Es mujer, bióloga, joven y política. Milita para el Frente Amplio, en el grupo Marea Frenteamplista.
Hace poco, en noviembre, el semanario Voces le hizo una larga entrevista que permitió que la conociéramos más, saber sus ideas, sus ilusiones, qué la llevó a la política, de dónde viene, sus orígenes y por qué cree que un Uruguay mejor es posible.
Sin embargo, el nombre de Martina Casás se volvió conocido para el gran público cuando se animó a denunciar por acoso sexual y laboral a un hombre. Ese hombre tampoco es cualquiera, sino que es un compañero suyo, un compañero de partido, el diputado Gustavo Olmos, quien por su condición de coordinador de la bancada del Frente Amplio estuvo seguido en los medios de comunicación.
Olmos negó la acusación y se mostró sorprendido al enterarse de la denuncia, pidió que su caso fuera analizado por el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio y pidió no ocupar su banca a la que tenía que asumir su suplente, Martina Casás, pero ésta tampoco lo hizo.
El Tribunal de Conducta Política del FA aún no se expidió y no tiene un plazo para hacerlo, así que se espera esa definición. Hace tres meses que recibió la denuncia.
Mientras tanto, Casas decidió también iniciar una demanda civil por unos U$S 25 mil contra Marea Frenteamplista por no poder trabajar y sentir que está ante un despido indirecto y abusivo.
Hasta aquí los hechos.
Como siempre están los que piensan que la denuncia de acoso es falsa y que la joven miente. Puede ser. Es cierto que hubo casos de denuncias falsas, sobre todo entre parejas, pero la enorme mayoría son verdaderas y en último caso una denuncia falsa, de comprobarse, también sería sancionada.
Dejando de lado las suspicacias, un hecho concreto es la soledad con la que Martina Casás planteó su denuncia de acoso sexual y laboral contra un diputado.
Prácticamente no se escucharon apoyos a la joven, ni reclamos firmes de justicia de parte de organizaciones de mujeres, de organizaciones feministas, ni menos de alguna organización vinculada a los derechos humanos. Tampoco tuvo mucho apoyo político. Llama la atención.
Mientras tanto, para aclararlo, el diputado Gustavo Olmos es inocente, hasta que se demuestre lo contrario.
Pero ¿cuántas mujeres anónimas, uruguayas comunes, grandes y jovencitas, ni siquiera se animan a denunciar si fueron manoseadas o violadas? ¿Cuántas viven años con ese dolor adentro sin poder procesarlo, sin contarlo a nadie, con miedo incluso a que no les crean? ¿Cuántas chiquilinas y chiquilenes son abusados a veces por gente de la familia o cercanas? ¿Cuántos monstruos andan sueltos? ¿Cuánto acoso laboral hay? ¿Cuánto silencio cómplice deben soportar? ¿Cuánta valentía, como la de Martina Casás y otras mujeres, hay que tener para presentarse ante la Justicia?