Mahía, Maduro y Pacheco: un desacierto histórico

Alfonso Lessa

02.02.2024 | tiempo de lectura: 4 minutos

Algunos días atrás, en un desacierto histórico, el senador José Carlos Mahía comparó al dictador Nicolás Maduro, investigado hoy por sus actos criminales por el Tribunal Penal Internacional, con el fallecido expresidente Jorge Pacheco Areco.

Muchas críticas, sin duda, se pueden hacer a Pacheco, quien llegó súbitamente a la Presidencia por la muerte de Oscar Gestido, en medio de un escenario de gran violencia que incluía el accionar de la guerrilla en su apogeo: el hecho de que con su política de choque retroalimentó la violencia, sus choques con el Parlamento, la muerte de estudiantes en enfrentamientos callejeros, censuras, elementos relativos a la política económica, etc.

Hay quienes pueden compartir, incluso, como afirmó en su momento Eleuterio Fernández Huidobro en el libro Estado de Guerra, que Pacheco fue, con su política de “dar palo”, el “más grande creador de tupamaros”.

Por supuesto que también tuvo y tiene fuertes defensores, tanto por el modo en el que enfrentó a la guerrilla como por aspectos de su política económica, que algunos titularon como populista. Esa popularidad se reflejó en la gran cantidad de votos que recogió en su frustrada intención de ser reelegido.

Más aún, en su libro “Pacheco la trama oculta del poder”, Jorge Chagas y Gustavo Trullen afirman que más allá de que Pacheco llegó a considerar “inevitable” un golpe de Estado, “trató de retrasarlo” y “continuamente desalentó el golpismo civil y militar de su entorno”. (Un libro muy ilustrativo, alejado del facilismo y que es material fundamental de consulta para entender todo lo que ocurrió con Pacheco y su entorno).

Pero con Pacheco Areco —a diferencia de lo que ocurre en Venezuela desde hace años— las instituciones siguieron funcionado, al punto de que el Parlamento, precisamente, fue escenario de duros debates y que personalidades como Wilson Ferreira Aldunate y Zelmar Michelini —colorado que al comienzo apoyó a Pacheco— construyeron buena parte sus liderazgos y perfiles en intervenciones e interpelaciones históricas que costaron el cargo a más de un ministro. Y el Poder Judicial siguió funcionando con absoluta independencia, al punto de ser no pocas veces criticado desde esferas oficialistas.

Algo impensable en Venezuela.

Y más aún, como recordó el diputado Ope Pasquet, el Frente Amplio se construyó precisamente durante el gobierno de Pacheco como una opción “pacífica y pacificadora”, como la definió el general Seregni. Y participó de las elecciones incluso con dirigentes de primer nivel que provenían de los partidos Colorado y Blanco.

¿Qué tiene que ver todo esto con un dictador que se niega a dejar el poder, es acusado de miles de asesinatos, en particular de jóvenes, utiliza a presos por delitos comunes para matar y torturar salvajemente a opositores, maneja directamente a un Parlamento títere al igual que el inexistente de hecho Poder Judicial e inhabilita y lleva a prisión a los candidatos y líderes de la oposición? Un país en el que campea la corrupción de manera escandalosa y que ya expulsó fuera de fronteras a más de 3 millones de compatriotas. Un dictador notoriamente antisemita, alineado con Irán y con Putin y su intento de aplastar a Ucrania. Un dictador que obliga a su gente a participar de mecanismos de apoyo a su gobierno para poder comer lo mínimo indispensable. Y que en su momento insultó a las máximas autoridades de gobiernos del propio Frente Amplio.

Algún tiempo atrás Michelle Bachelet, alta comisionada de Naciones Unidas, vistió Venezuela y dio a conocer informes demoledores, con miles de víctimas, torturas permanentes incluso delante de familiares, ejecuciones extrajudiciales y un deterioro en todos los ámbitos de ese país. (Expresidenta de Chile, insospechada, torturada, al igual que su madre y su padre, que murió en prisión durante la terrible dictadura de Pinochet).

Un informe de Naciones Unidas estableció que los comandos de las fuerzas especiales venezolanas han ejecutado miles de asesinatos extrajudiciales.

Solo en 2018 las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), que los testigos describen como “escuadrones de la muerte”, asesinaron a 5287 personas y a otras 1569 hasta mediados de mayo de 2019. La presencia de militares y asesores cubanos también es un hecho.

El caso de Maduro y su gobierno están hoy bajo el análisis, nada más ni menos que de la Corte Penal Internacional, a pesar de todos los intentos de dictador por evitarlo.

Su estrategia siempre ha sido ganar tiempo mintiendo. Y ahora una vez más ha incumplido su palabra inhabilitando a la líder opositora María Corina Machado. Se podría agregar mucho más.

Y todo esto sin olvidar, cosa que sí suele olvidarse, que Maduro fue el heredero de Chávez, nacido a la sombra de la ultraderecha latinoamericana expresada por ejemplo por los Carapintadas argentinos que lo admiraban. Y que Seregni se negó a recibir en Montevideo a Chávez por golpista.

¿Por qué alguien como Mahía, suplente de Danilo Astori, crítico sin medidas tintas del gobierno de Maduro al que no dudó en calificar de dictadura, realizó estas afirmaciones? ¿Por qué se alejó tanto y tan rápidamente de la postura de Astori?

Solo dos explicaciones parecen plausibles, una mucho menos que la otra. La primera, falta de información. La segunda, la más firme, tiene que ver con las grandes diferencias que tiene el Frente en materia internacional, muy claras en el ataque de Hamás a Israel. Y en este caso, además, con las deudas que algunos parecen tener con Maduro.

Desde ese punto de vista, las elecciones en Venezuela, justo en el año electoral de Uruguay, no le vienen nada bien a la coalición de izquierda.