Máxima tensión

Por Leonardo Luzzi

09.06.2022 | tiempo de lectura: 2 minutos

Tradicionalmente gobierno y oposición, dentro de lo esperable por su rol, pasan por distintos momentos en su relacionamiento. No todos son buenos, no todos son malos. Las lunas de miel duran poco y según las estrategias, que empiezan a mezclar lo político electoral, el vínculo normalmente se desgasta y a veces se hacen esfuerzos para desgastarlo más rápido.

La administración del presidente Luis Lacalle Pou está llegando a la mitad de su período de gestión y ya parece que las elecciones son mañana.

El gobierno destaca resultados obtenidos: bajó el desempleo, bajaron las rapiñas y hurtos, la inflación está controlada, creció la economía, aumentaron las exportaciones y se dio contención social a los rezagados.

El Frente Amplio tiene una mirada negativa de casi todo y lee que aumentaron los homicidios en este año, que hay ollas populares y el salario y pasividades perdieron poder de compra.

Todos tienen parte de razón. Y aquí está aquello de cómo se quiere ver el vaso, si medio vacío o medio lleno.

En cualquier lectura que se haga es justo no perder de vista el contexto.

Los primeros dos años del gobierno estuvieron marcados por la pandemia del covid, un virus que trajo miedo y que generó a nivel global una crisis económica y social. Después de una gran campaña de vacunación en Uruguay y otros países, cuando todo parecía encaminarse (porque los motores se mantuvieron prendidos) Rusia invadió a Ucrania y aunque nos parezca algo lejano, sus efectos se hicieron sentir enseguida, por ejemplo con la suba del petróleo.

El Frente Amplio en pandemia – algunos desde la izquierda pedían a gritos ir a un confinamiento total – no encontró cómo golpear al gobierno. De todos modos presentó listas de medidas que a su entender debían tomarse. Varias de ellas no explicaban cómo se financiarían.

Ahora, sin pandemia y con guerra y ya con Fernando Pereira en la presidencia del partido, el Frente pasó a tener una actitud más confrontativa con críticas permanentes a todo, al punto de catalogar la situación actual como de “emergencia” en lo económico y en lo social. Desde el Poder Ejecutivo se entiende que se cruzó una línea y el vínculo entre la coalición y la oposición se fragilizó.

¿Cuánto empeoró el relacionamiento? No está claro pero parece que bastante en un momento de máxima tensión entre gobierno y oposición. Hay que preguntarse también si el Frente Amplio podrá mantener su actitud combativa hasta el 2024. Se supone que no y además seguramente no le servirá seguir ese camino que lo aleja de los ciudadanos del centro político que son los que a última hora definen la elección.

Las democracias sanas necesitan de gobiernos que marquen el rumbo y de oposiciones que controlen y dejen gobernar. Siempre habrá cortocircuitos pero cada uno debe tener claro para qué fue electo por la ciudadanía.