Milei, un socio de doble filo: imprevisible y provocador

Por Alfonso Lessa

12.07.2024 | tiempo de lectura: 3 minutos

Milei es imprevisible. Y un provocador.

Y por lo tanto es, en lo que concierne a las relaciones con el Uruguay, un arma de doble filo: abrió las puertas a viejos reclamos de nuestro país, es un aliado respecto a flexibilizar el Mercosur, pero es una máquina de generar problemas que inevitablemente nos terminan salpicando.

En los últimos días el presidente argentino fue protagonista a nivel local en la Argentina, con la firma del famoso pacto de mayo, un logro en tanto reunió a 18 gobernadores y otras autoridades, que se suma al proyecto de leyes base y la baja de inflación, aunque a un costo social terrible.

Pero también fue protagonista a nivel internacional y en particular regional. Y no precisamente dando pasos a favor del Mercosur, de la integración y aún de la distensión con Brasil.

Su ausencia en la cumbre del Mercosur de Asunción en la que Uruguay asumió la presidencia pro tempore, sumada a su simultánea presencia en Brasil, para participar una cumbre de ultraderecha junto a Jair Bolsonaro, fueron dos hechos políticos, altamente simbólicos y de una proyección concreta para nada positiva.

El propio Lacalle Pou se lo reclamó en plena cumbre: «No es solo importante el mensaje, es importante también el mensajero», dijo frente a la presencia de la canciller Diana Mondino. Y agregó, en clara alusión a Milei: «si el Mercosur es tan importante, deberíamos estar acá todos los presidentes».

«Yo le presto importancia al Mercosur, y si realmente creemos en este bloque deberíamos estar todos. No me compete opinar por temas ajenos, opino como miembro del Mercosur», comentó Lacalle Pou en alusión al choque entre Milei y el presidente Lula de Brasil. Este último, precisamente, calificó la ausencia del mandatario argentino como “una estupidez inmensa”.

Habrá que ver si existe alguna reacción de Milei —hombre que parece no olvidar— en relación a los dichos de Lacalle, sobre todo por la dimensión que alcanzaron a nivel internacional y en particular en Argentina. Este hecho se suma a las diferencias públicas respecto al papel del Estado, al que Lacalle le dio trascendencia, en la vereda opuesta a los libertarios.

En cualquier caso la ausencia de Milei en Paraguay, mientras se reunía ostentosamente con Bolsonaro y otros referentes de la ultraderecha, fue otra clara provocación, aunque esa vez evitó las descalificaciones directas, como cuando lo acuso de comunista corrupto. Pero dijo que Bolsonaro era un perseguido político.

Lo cierto es que, ajeno al conflicto entre Milei y Lula, el Uruguay y su presidente han quedado en el medio. Y también ha quedado el Mercosur que difícilmente avance ya no sólo por diferencias ideológicas y estratégicas, sino también por conflictos llevados terreno personal.

Es difícil pensar cómo puede mejorar el bloque con esta situación.

MIlei le dio al Uruguay algo muy relevante que reclamaba desde 2013: la ampliación del canal de ingreso al puerto de Montevideo a 14 metros, una decisión permanentemente bloqueada por el kirchnerismo, en una de las tantas chicanas hacia nuestro país.

Uruguay encontró en el nuevo gobierno argentino un “nuevo talante” para encarar el futuro como socios y no como adversarios, según dijo por ejemplo el canciller Paganini en su momento. Existen al respecto otros proyectos de infraestructura y temas comerciales. En el plano técnico, además, los dos países avanzan en un trabajo que parece ajeno al ruido público.

El problema es que su conflicto con Lula quiebra cualquier sociedad entre las dos potencias de la región y deja abierto un gran signo de interrogación sobre el futuro.

Y además, los exabruptos de MiIei se extienden hacia otros países, como el conflicto con el gobierno de España —al que ha desairado reiteradamente— o las acusaciones de autogolpe al presidente de Bolivia.

El año que viene habrá elecciones parlamentarias en esa Argentina que vive de elección en elección y Milei estará obligado a mostrar logros. Pero, seguramente, no estará dispuesto a renunciar a su estilo y a sus postulados, que incluyen claramente la idea de transformarse en un referente internacional libertario; para algunos, directamente, de la ultraderecha global.

Uruguay tiene las elecciones este año y el 1 de marzo habrá nuevo presidente; y sea del sector que sea, las cosas no serán sencillas.