Partidos y Parlamento recobran protagonismo en Chile
Columna de Alfonso Lessa
07.09.2022 | tiempo de lectura: 3 minutos
Chile acaba de vivir una experiencia histórica y con un resultado que sorprendió a todos, en particular por la amplia diferencia que obtuvo el rechazo de una nueva Constitución, en lugar de la que rige desde la dictadura pinochetista. El resultado sorprendió por la mencionada diferencia, pero también por el hecho de que ganó -salvo alguna excepción- a lo largo y ancho de todo Chile. Incluso en lugares que se habían transformado en feudos electorales del presidente Boric y en los que la consulta previa, acerca de si debía elaborarse una nueva carta magna, había ganado de manera muy clara.
Fue, puede decirse, un resultado arrasador.
¿Qué escenario deja el resultado para Chile? Sin duda, ha sido un golpe fuerte para el presidente Boric, que estuvo a la cabeza del movimiento por la reforma. Pero también puede señalarse que el joven mandatario reaccionó del mejor modo posible y llevó a la práctica aquello de transformar una crisis en una oportunidad. Y lo hizo muy rápido mediante un discurso conciliador, realista, demostrando ser un presidente pragmático que reconoce la postura de debilidad que ya tenía con un Parlamento en minoría, fragilidad incrementada por este nuevo hecho político.
Su discurso, su llamado a un acuerdo en procura de una nueva constitución, puede tomarse como un ejemplo positivo, ante lo que se vive en otros países de la región, con las polarizaciones de Argentina y Brasil, por ejemplo. O ante actitudes sorprendentes como la del presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien, desde afuera de Chile, interpretó el resultado como la resurrección de Pinochet.
¿Qué otra lectura puede hacerse?
Por una parte, el refortalecimiento de los partidos políticos, como representantes de la ciudadanía en una democracia.
Y del Parlamento como espacio natural para la discusión política incluyendo la nueva Constitución.
Unos y otros, partidos y parlamento, habían quedado en cuestión por sectores que vieron en las protestas de hace algunos años -en algunos casos muy violentas- la verdadera expresión del pueblo chileno. Era, para algunos, un verdadero desafío al sistema
Algo cambió desde entonces y una de esas cosas, es que ahora el voto fue obligatorio y por lo tanto, quienes decidieron, fueron muchos más.
Y esta es otra lectura posible: sin desconocer la legitimidad de muchos de los reclamos y la realidad de muchos problemas denunciados, parece claro que aquellas protestas no eran la expresión de las mayorías del pueblo chileno. Y mucho menos la violencia ejercida en algunos casos. También resulta claro que no parece correcto ubicar la discusión exclusivamente en el eje izquierda-derecha. En Chile la izquierda es amplia y variada e incluso hubo sectores de centro izquierda que apoyaron el rechazo a la nueva constitución.
Esa heterogeneidad ya se vio en la época de Salvador Allende, cuando en especial el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que impulsaba la lucha armada, se terminó transformando en un problema para el gobierno socialista.
En esta oportunidad hubo algunos discursos extremos y duros de algunos sectores de derecha -tratando de cobrar cuentas a Boric- y de la izquierda -con ausencia de autocríticas, culpando a otros, a los medios y a los periodistas, entre otros (cuando no)- pero las primeras reacciones han mostrado una intención mayoritaria de lograr avanzar en procura de una nueva constitución.
Habrá dificultades, por supuesto, pero la reacción muy ampliamente pacífica y razonable de dirigentes y de la población muestran un camino.Quizás una de las lecciones que deje para todos -fuera y dentro de Chile- es lo complejo que resulta cambiar de golpe tantos temas. Es decir, cuanto más temas se aborden, más compleja será la aprobación de la gente. Y también, que no parece posible un cambio de este tipo en medio de una polarización que excluya a una de las partes.
Todo esto también nos habla de la izquierda y la política en todos nuestros países. Y las confusiones a las que pueden prestarse movilizaciones callejeras o determinadas consignas, con la voluntad de la gente, la que vota y elije, la que decide en democracia. La prudencia, que hoy aplica Boric, parece el mejor camino. Y no la polarización.
En definitiva, Boric actuó con pragmatismo ante la situación, los partidos recuperaron protagonismo y discusiones que resultan fundamentales vuelven al Parlamento.