Política en años de coronavirus

Por Alfonso Lessa

28.12.2021 | tiempo de lectura: 4 minutos

El mundo, en particular Europa, ingresa al año 2022 en medio de una nueva ola de coronavirus que parece ser una maldición sin final y que amenaza llegar a estas costas con sus nuevas variantes.
El coronavirus también marcó en buena medida la agenda de Uruguay, con sus altibajos, su zaga de muertes y dolorosas pérdidas familiares, el fantástico trabajo del GACH, los esfuerzos del personal médico y las autoridades, las polémicas y, finalmente, por la vacunación masiva que permitió a los uruguayos blindarse de un modo manera muy importante; aún cuando existe un grupo de gente que se ha dejado estar respecto a la tercera dosis y persista el accionar de quienes niegan lo que la ciencia demuestra cada día.

Ese fue el gran telón de fondo de este año que de todos modos ofreció más certidumbres que 2020, cuando la aparición del coronavirus generó sorpresa y paralizó al mundo.

En el caso de Uruguay la llegada de esta pandemia coincidió en términos políticos con la asunción de un nuevo gobierno, el multicolor del presidente Luis Lacalle Pou, y la consiguiente interrupción de un ciclo de 15 años de gobiernos frenteamplistas. Para la coalición de izquierda fue un verdadero terremoto político, tal vez sólo comparable con la derrota colorada de 1958 también ante el Partido Nacional y con mayoría del herrerismo.

El escenario político se vio entonces sacudido por el cruce de dos variables: la pandemia y el cambio político.

Vivía todavía Tabaré Vázquez, aunque ya enfermo, y fue notoria la desorientación de la coalición de izquierda ante la nueva situación. El propio Vázquez, quien inicialmente había propuesto una cuarentena total, fue sin embargo uno de quienes más comenzó a destacarse por su moderación y racionalidad. En ese contexto, concurrió junto a Lacalle Pou a Buenos Aires, recibió al nuevo mandatario uruguayo en su casa y resaltó aspectos de la personalidad del joven presidente. Pero el agravamiento de su enfermedad y finalmente su fallecimiento, terminaron de generar incertidumbre en la izquierda. En paralelo, el anterior presidente del Frente, Javier Miranda, había roto el diálogo con el gobierno y era cuestionado en la propia izquierda.

El Frente -con discursos a veces agresivo y otras no tanto- intentó hacer pie en las críticas a las presuntas carencias en ayuda a los sectores sociales más afectados, pero luego, cuando la situación epidemiológica se agravó, apuntó sus cuestionamientos a las decisiones médicas, apoyado en parte en un gremio médico cuyas autoridades también realizaron críticas. Los hechos demostraron que nada de eso pagó políticamente ante un presidente que mantuvo todo el tiempo altos niveles de apoyo y una diferencia amplia entre los respaldos y las críticas expresadas en todas las encuestas. La masiva vacunación de los uruguayos y la baja radical de casos graves hizo el resto.

Entre reclamos de autocrítica -aspecto en el que se destacó una vez más Danilo Astori- la coalición de izquierda encaró esa tarea que nunca terminó de redondear, dado que el peso de las negociaciones internas fue diluyendo el texto original.

Pero finalmente, y sobre todo por la presión de algunos de sus sectores y de los sindicatos, el Frente Amplio encontró en la derogación parcial de la LUC, un factor de unidad en la acción. No todos acompañaron la idea en la izquierda en el comienzo, pero recogieron las firmas requeridas para el referéndum en una impactante movilización final.

Los miembros del gobierno, mientras tanto, ni siquiera habían tenido tiempo de acomodarse en sus despachos, cuando la pandemia llegó al Uruguay. Era evidente que todos los proyectos iniciales quedaban al menos relegados, para dedicar todas sus energías a enfrentar esa inesperada pandemia. Y además lo debía hacer con un presidente joven y mediante un instrumento inédito acerca de cuyo funcionamiento había ciertas dudas: una coalición de cinco partidos políticos diversos y heterogéneos.

El gobierno, más allá de críticas, mantuvo su unidad y además de la llamativa serenidad de Lacalle Pou y su capacidad de comunicación sobre todo en los momentos iniciales más complejos, surgió la figura desconocida para la mayoría del ministro de Salud Pública, Daniel Salinas. Con el apoyo de una iniciativa que mostró ser un enorme acierto, el GACH, que más allá incluso del funcionamiento formal, dejó las puertas abiertas para las consultas y los contactos informales. Y demostró, de paso, el nivel de la ciencia uruguaya y la necesidad inequívoca de invertir lo más posible en su desarrollo.

Puede resultar paradójico, pero el 2022 se inicia con el gobierno y la oposición satisfechos por sus propias gestiones durante 2021.

El Uruguay termina el año con indicadores muy importantes de recuperación en numerosas áreas y el elogio de organismos internacionales como el FMI (antes citado por la oposición porque el gobierno uruguayo no se sumaba a la idea de pedir prestamos para enfrentar lo social). En un comunicado emitido en diciembre, el organismo valoró la respuesta política ante la pandemia, aseguró que Uruguay realizó «una de las campañas de vacunación más exitosas del mundo» y resaltó positivamente las mejoras en sus marcos fiscal y monetario pese a los desafíos de la pandemia.

También recomendó profundizar algunas reformas como el sistema de seguridad social.

El Frente Amplio, por su lado, también puede sentirse satisfecho: logró salir de la parálisis inicial, dinamizó a sus sectores, eligió un nuevo presidente -Fernando Pereira- y logró las firmas para el referéndum. Estos últimos dos aspectos, implican desafíos muy relevantes que dan pie a nuevos análisis.