Presente y futuro de la coalición multicolor

Alfonso Lessa

13.03.2023 | tiempo de lectura: 3 minutos

No eran pocos los que otorgaban a la coalición multicolor que da sustento al gobierno una corta vida. Incluso se hablaba de meses o, como máximo un año.

Claro, la diversidad de partidos y una forma de coalición que no tenía antecedentes, determinaba algunas previsiones fatalistas.

Había existido otro tipo de acuerdos o coaliciones bipartidistas de distinto tipo a lo largo de la historia, en general, incluso con el partido gobernante y una parte del partido opositor, pero no todo el partido. El acuerdo entre Julio Sanguinetti y el nacionalista Albertó Volonte en la segunda gestión del presidente colorado es uno de los antecedentes más cercanos.

Y existe por supuesto el Frente Amplio, con una gestación, una historia y una ingeniería muy distintas, que además con cierta flexibilidad ha ido cambiando su integración, con algunas idas y vueltas, incorporaciones y asociaciones como el Encuentro Progresista y la Nueva Mayoría, cuando Rafael Michelini había dejado el FA.

Pero esto es distinto y, pese a las previsiones pesimistas, el gobierno ingresó ya en la segunda parte de su gestión, habiendo atravesado tormentas tan fuertes como la pandemia, o dificultades como las provocadas por la guerra contra Ucrania y hechos sorpresivos, como el caso Astesiano.

Esto no significa que cada tanto no se planteen diferencias internas: no es un aspecto necesariamente negativo, sino una característica de las coaliciones y que muchas veces incluso sacuden a partidos propiamente dichos.

Se ha hablado de Cabildo Abierto, por ejemplo, pero nada impidió, más allá de diferencias y perfiles, su lealtad a la coalición. El senador Manini recientemente habló de tema y dijo que incluso su grupo presentó muchos menos problemas que otros.

La coalición multicolor afronta ahora su futuro, sobre el que se hacen especulaciones de diverso tipo: desde la necesidad de una mayor estructura orgánica a un programa común.

Incluso, cómo habrá de dirimirse quien será el candidato presidencial o quienes compondrán la fórmula de esta coalición.

Lo que nadie, o casi nadie, parece dudar entre sus miembros es que esta fórmula tendrá continuidad. Es decir, que se cumplirá con los pronósticos que en el pasado hicieran algunos políticos y politólogos respecto a la marcha hacia dos bloques, ahora en forma de coalición.

Este, en buena medida, es también el fruto del sistema de balotaje: el impulso de dos bloques, que a veces puede conducir a una polarización riesgosa, como advirtió el académico Carlos Pareja en su libro “Jugando fuego”, del que ya nos hemos ocupado en esta columna.

Y a partir de todo lo mencionado, un par de reflexiones sobre esta coalición: respecto a la futura candidatura presidencial y el modo de resolverla, recientemente el senador Manini se refirió al modo más razonable de definirla, acerca de lo que ya hemos hablado en alguna otra columna: la primera vuelta de octubre, actuará como una interna en la coalición multicolor, tal como ocurrió de hecho en las últimas elecciones.

El partido más votado tendría el candidato presidencial, aunque restaría saber si quien sea candidato a vice será del mismo partido.

Esto, sin embargo, puede tener una barrera insalvable, si la actual oposición ganara en primera vuelta.

En relación al programa, la eventual construcción de un programa único no solo parece resultar inviable para cinco partidos diferentes, sino que además conspiraría contra sus propios votos en la construcción de un acuerdo desde una diversidad amplia. Es decir, ofrecer alternativas variadas resulta más atractivo y estratégicamente correcto.

Los partidos tienen sus perfiles, en algunos casos diferencias importantes, y octubre es el momento de mostrarlos. Claro que desde ahora cada uno intentará resaltar más su propias posturas pero, como siempre, la cuestión es el equilibrio, administrando razonablemente los disensos.

El propio Frente Amplio lo ha hecho unas cuántas veces con acierto y también sabe de los riesgos y aún de las rupturas, cuando eso se hace mal.

Nada impide, además, un acuerdo sobre algunas líneas fundamentales en lo previo a octubre.

Podríamos ingresar en otro tema y es hasta dónde lo programas concretos, negro sobre blanco, influyen en la mayoría de los votantes, cuántos los leen y además cuánto del contenido de esos programas no resultan, en realidad, generalidades sin mayor profundidad.