Respeto por el público
Por Alfonso Lessa
19.07.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos
La existencia y más aún la renovación y potenciación de los medios públicos, siempre es una gran noticia.
Los medios públicos juegan en el mundo democrático un papel fundamental, tanto en la información como en el entretenimiento, la cultura y el análisis, sobre los que Canal 5 tiene sobrados antecedentes. Basta con mirar y recordar un poco su historia, para comprobar la calidad y cantidad de figuras que pasaron por su pantalla, que se iniciaron en ella o que, directamente, hicieron destacadas carreras en este canal.
Claro que lo del “mundo democrático” es central, porque de lo contrario los medios públicos pueden convertirse y se convierten en instrumentos de desinformación, de adoctrinamiento y de un manejo hegemónico del pensamiento.
Es decir que deben existir ciertas condiciones básicas: libertad de expresión e información, separación de poderes, pluralismo, libertad para elegir los gobiernos y para ser elegido, verdaderas garantías para que exista competencia real y alternancia de los partidos en el poder.
¿Es posible separar el ejercicio de la información del mandato del poder de turno? No sólo es deseable sino que, efectivamente, también es posible. Aquí también conviene mirar un poco hacia el pasado del propio canal 5 y recordar quienes fueron sus principales figuras y en qué momentos.
Ultimamente ha ganado espacio en algunos círculos la idea de que, desde siempre, en el Uruguay los medios públicos han sido manejados abierta y directamente por los gobiernos. Y esto no siempre ha sido así. A veces hay desconocimiento del pasado y se dan por sentadas determinadas cosas que no son verdaderas; a veces parece una justificación -falsa- para explicar determinadas conductas. Porque claro, también existen otras visiones y no siempre se ha actuado igual. Y por lo tanto a veces se han aplicado criterios político-partidarios y hasta ha habido vetos.
En cualquier caso la idea que impregna a alguna gente -una coincidencia a veces interpartidaria- de que los periodistas hacen, escriben o dicen lo que les dictan los dueños de los medios -el gobierno en los públicos o los accionistas a través de sus directores en los privados- implica un profundo desprecio por el periodismo y los periodistas. Claro está, que el papel de los directores de los medios -defendiendo estas premisas- y de los propios periodistas, defendiéndolas con su trabajo y cuidándose de no hacer “méritos” con las autoridades ni de usar su trabajo con fines extraperiodísticos, es fundamental.
Yo tengo la doble experiencia de haber trabajado en Canal 5 durante el gobierno de Jorge Batlle y en TV Ciudad, a la que ingresé por concurso, cuando el intendente era Mariano Arana. En canal 5 -luego de superar algunas dificultades inesperadas y el bloqueo a un cargo (no de parte del presidente o su entorno)- trabajé en el noticiero y realicé dos programas semanales, uno de información política nacional y otro internacional. Eran momentos muy duros, en plena crisis del 2002. Luego de ingresar nunca tuve una censura, ni una sugerencia acerca de los contenidos de parte de la dirección y si algún intento de presionar pudo haber habido -que los hay de todos los partidos- no me fue impuesto. El propio presidente estuvo en el programa y en otra ocasión llamó por teléfono para opinar como un telespectador más, pero quien le atendió la llamada no lo sacó al aire porque creía que era un bromista. Increíble pero cierto.
Retorné al canal el año pasado con “Periodistas” donde volví a trabajar con total libertad.
En TV Ciudad, entre otras producciones, toqué temas muy sensibles en la serie documental de diez capítulos “El Golpe 30 años después” sobre la dictadura, su proceso de gestación y de salida. Fueron entrevistados representantes de un amplio abanico ideológico, desde Juan María Bordaberry, a Lucía Topolansky, desde Julio María Sanguinetti a José Delía. Escribí libremente los guiones, elegí los temas, los entrevistados y trabajé en un clima de gran profesionalismo y respeto. Nunca, nadie, me dijo ni me insinuó nada.
Claro que están aquellos que creen que estos medios públicos deben ser herramientas de propaganda, más o menos solapada. Muchas veces, en lugares cercanos al poder, hay gente tentada a “medir el aceite” de quienes manejan los medios o salen al aire, para saber qué tan permeables son. Y de esta gente hay que cuidarse.
Hoy los medios públicos asumen el enorme desafío de realizar productos de calidad en un mundo en transición desde el punto de vista de la tecnología y de los contenidos. Hoy en el mundo existe una cantidad tan grande de información y de medios que la competencia se hace muy compleja. Pero lo que en el fondo no debe cambiar, son los valores fundamentales con un objetivo central: el respeto por el público.
Foto: Javier Calvelo/Adhocfotos