Sed de sangre

Por Eugenia Rodríguez Cattaneo

17.11.2023 | tiempo de lectura: 2 minutos

—¿Hay alguien con vida?

Los ojos (la cámara) recorren con espanto los cuerpos retorcidos entre las mesas, buscando cualquier movimiento, una respiración, el gesto más leve, que le dé esperanza. La voz repite: ¿Alguna señal de vida? No la hay. Todos están muertos.

Hay un chico de rastas rubias, caído de espaldas, una chica con top fucsia yace de costado, más allá dos muchachos muy delgados, sin remera, muertos también. Todo el piso de lo que fue un bar está cubierto de cadáveres y sangre. Más allá hay un cuerpo caído debajo de un árbol, en el estacionamiento, dentro de los autos, en medio de la calle. Todos están muertos.

Ya es noche cerrada, ahora ya con linternas, sigue la búsqueda, en un matorral incendiado.

—Aquí hay otro muerto —dice la voz, apagada, detrás de la cámara. Alguien lo sigue y alumbra un cuerpo carbonizado entre las cenizas. El rescatista avanza un poco más.

—Aquí hay dos cuerpos —sigue la voz—. Son tres, no cuatro.

Se detiene un instante, respira hondo y se corrige:

—Siete… ocho… son nueve cadáveres.

La luz avanza entre las cenizas. Están todos muertos.

Un rato antes, otra voz, la de un muchacho, clama orgulloso a su madre en el teléfono:

—Los maté, mamá, los maté. Maté a diez judíos.

La voz de la madre es apenas audible del otro lado. No sabemos a quién mató ni por qué salió a matar esa mañana, tan temprano, a esos muertos o a cualquier otro.

En otro video, un grupo de muchachos, tal vez veinteañeros, celebra y toma selfies: morenos, de sonrisa amplia, miran a la cámara y gritan:

—¡Estas son las brigadas al Qasam­­![1]

Llevan la banda verde atada en la frente y los fusiles en la mano. Disparan y matan. Lo celebran con gritos, orgullosos.

—¡Estas son las Brigadas al Qasam!

Caminan entre los cuerpos y disparan.

—¿Hay alguien con vida?

—¡Aquí, dispárale, dispárale a la cabeza!

La embajadora de Israel en Uruguay Michal Hershkovitz pregunta con voz entrecortada si hay alguna pregunta. No. Estamos todos en silencio. Nadie quiere preguntar nada. Pero hay que hacerlo. La embajada convocó a periodistas y políticos para que vieran primero y cuenten después lo que ocurrió el 7 de octubre en el sur de Israel. Se pide su no difusión en público por respeto a las familias.

En el piso 40 del World Trade Center asistimos, sin teléfonos y en silencio, a 44 minutos de imágenes del horror que duró muchas horas. Son las muertes de 138 personas, de una masacre que dejó al menos 1400 víctimas.

[1]  Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam son el brazo armado de Hamás.

 

Texto: Eugenia Rodríguez Cattaneo

Foto: EFE