Un tranvía llamado deseo

de Andre Previn

09.07.2024 | tiempo de lectura: 2 minutos

A pesar de haber llegado tarde en su vida al escenario de la composición operística, el célebre pianista, director orquestal y compositor alemán André Previn o propiamente Andreas Ludwig Priwin, su nombre de nacimiento, logró sin embargo brillar en el firmamento lírico con sus dos óperas.

No resulta del todo extraño que un músico de tan excelente formación como Previn, quien experimentara asimismo con el jazz, la música popular, la de cámara, la instrumental y el ballet, culminara su carrera y su trayectoria como compositor de óperas.

André Previn recibe un encargo de Lotfi  Mansouri, el director de la Opera de San Francisco para crear una nueva ópera sobre UN TRANVIA LLAMADO DESEO.

El libretista Philip Littell realizó entonces un magnífico trabajo al condensar la obra teatral concentrándose en los puntos focales del drama, preservando la narrativa original que contiende verdadera música en sus versos con sus  speech rythms y bromas.

Pero quizás uno de los mayores méritos de la partitura de Previn es el hecho de que el compositor no recurre a ofrecernos un pastiche de ritmos y melodías populares de la época, sino que emplea tanto al jazz como a los blues como cuantificado modo de colorido local  y de alusiones en forma de aromas o perfumes musicales.

Los sonidos del PIANO DE BLUES y distantes polkas o gritos callejeros evocan la paisajística de la New Orleans de la época de modo tal que por momentos llegamos a creer que el propio Tennessee Williams ha convertido su propia obra teatral en una brillante ópera.

Previn asimismo prescinde del coro y de pasajes de conjunto con la excepción de algunos breves ensembles.

La actitud de la América del momento es expresada mediante la integración de un lenguaje reminiscente de Aaron Copland y de William Schuman con series derivadas de Alban Berg, todo ello sazonado sabiamente con alusiones a la música del Harlem de Duke Ellington.

La partitura presenta asimismo coléricas colisiones entre armonía y clave, gestos Straussianos especialmente en la concepción de Blanche y de Stella, las dos heroínas, con ciertos pasajes en las cuerdas no lejanos al arte de Ligeti o Penderecki, otorgando a la trompeta, al clarinete y al saxofón la representación de un explícito contenido sexual y de violencia bajo la suave superficie musical.