Más allá de la representación: la importancia de una agenda feminista
Escribe Karina Arlin desde la 69ª Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW69) en Nueva York
27.03.2025 | tiempo de lectura: 2 minutos

La semana pasada asistí a la 69ª Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW69) en Nueva York, invitada por el Congreso Judío Mundial. Organizado por Naciones Unidas, este evento reunió a líderes, expertos y activistas de todo el mundo para debatir sobre los avances y desafíos en materia derechos e igualdad de género.
La Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW) es el principal órgano global encargado de la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Creada en 1946, forma parte del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas (ECOSOC) y ha desempeñado un rol clave en la adopción de marcos normativos internacionales, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la Plataforma de Acción de Beijing.
Cada año, la CSW reúne a gobiernos, sociedad civil y organismos internacionales para evaluar el progreso en materia de derechos de las mujeres y definir nuevas estrategias para avanzar en la agenda de igualdad.
Este año, además, la CSW69 tuvo un significado especial al enmarcarse dentro de Beijing+30, la conmemoración de los 30 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, un hito fundamental en la lucha por los derechos de las mujeres. Esta perspectiva histórica permitió evaluar los avances logrados desde 1995 y, sobre todo, reconocer cuánto trabajo queda por hacer. A pesar de los logros en materia de legislación y representación, las brechas siguen siendo evidentes, y la implementación de políticas con impacto real en la vida de las mujeres sigue siendo un desafío global.
Uno de los momentos más significativos fue participar en debates sobre la representación de las mujeres en espacios de decisión, la autonomía económica de las mujeres y la brecha de género existente cuando se trata de tecnología y el uso de inteligencia artificial.
También fue un espacio para entender que la realidad de las mujeres en el mundo es profundamente diversa: mientras algunas luchan por mayor representación en la política o el ámbito empresarial, otras enfrentan barreras estructurales mucho más graves, como la falta de acceso a derechos básicos, educación, agua potable y seguridad. Esta diversidad de experiencias evidencia que la igualdad de género no puede abordarse de manera uniforme, sino que debe adaptarse a cada contexto y realidad.
Más allá de los paneles y conferencias, lo más valioso de esta experiencia fue la energía y pasión de quienes dedican su vida a la equidad de género. La CSW69 fue un recordatorio de que el cambio es posible cuando hay voluntad y acción. Sin embargo, este espacio también dejó en evidencia un aspecto fundamental: no basta con que haya mujeres en la mesa de toma de decisiones. Para que haya un verdadero avance, es imprescindible que las mujeres en estos espacios tengan una agenda feminista. Ser mujer no es lo mismo que ser feminista, y sin una visión comprometida con la equidad de género, la presencia femenina en el poder no garantiza necesariamente el cambio que necesitamos. Volver a casa con nuevas ideas y un renovado compromiso es, sin duda, el mayor aprendizaje de este viaje.
Por Karina Arlin