Otra vez la cárcel del pueblo
Por Mauricio Almada
19.10.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos
El sábado 16 de octubre en horas de la mañana el Ministerio de Defensa Nacional volvió a abrir las puertas de la casa ubicada en la calle Juan Paullier 1192, donde funcionó la última de las llamadas “cárceles del pueblo” que usaron los tupamaros, activa hasta su caída el 27 de mayo de 1972.
Allí estuvieron secuestrados Ulysses Pereira Reverbel y Carlos Frick Davies, en diminutas celdas construidas debajo del sótano de aquella casa que daba cobertura al local. Pocos meses después del espectacular operativo que llevó adelante el Batallón de Infantería Florida, una vez apagas las luces de las cámaras y el interés de los uruguayos por las coberturas periodísticas del hecho, aquella casa estándar de Montevideo tuvo un nuevo destino.
El Ejército lo usó como centro clandestino para personas detenidas que luego eran derivadas muchas de ellas a centros de torturas. Hay numerosos testimonios que dan cuenta de ello. El ex presidente Luis Alberto Lacalle me contó que cuando lo detuvieron las Fuerzas Conjuntas lo llevaron encapuchado a ese local, pese a lo cual pudo observar las baldosas en damero del hall.
Años después las reconoció cuando visitó la casa para asegurarse de que era cierto lo que en su momento había escuchado acerca de que lo habían llevado a la cárcel del pueblo. Después de 1975 la casa quedó en desuso y con la presencia de un sereno. Al regreso a la democracia la vivienda fue utilizada como una especie de “hotelito” para albergar a estudiantes del interior, sobre todo a oficiales de inteligencia que pasaban algunos meses allí y luego se iban.
Hubo alta rotación hasta que un día la casa volvió a quedar vacía, aunque siempre con la presencia de un sereno del Ministerio de Defensa. Vale la pena precisar que lo que se usaba de la casa eran las habitaciones y baños de los dos pisos, permaneciendo intocado el área subterránea destinada a las celdas y al habitáculo que habían ocupado los carceleros. Esa área sigue igual que hace medio siglo. Los catres, los recortes de diarios, cacharros, las bolsas de tierra provenientes de la excavación que estaban haciendo desde adentro hacia las cloacas y que no pudieron terminar, todo permanece intacto.
Los sucesivos gobiernos desde el regreso a la democracia hasta ahora mantuvieron aquel reducto sin darle un destino final. Ni lo destruyeron ni lo abrieron al público. Los legítimos propietarios nunca pudieron recuperar la casa ya que en la órbita judicial hubo fallo definitivo en su contra. Una sentencia dictada por el Tribunal de Apelaciones en lo Penal de Primer turno el 31 de mayo de 1988 desestimó “la devolución de la finca y el vehículo referenciado (una camioneta Indio) por tratarse de instrumentos de ejecución del delito”. Y así quedó para siempre en manos del Ministerio de Defensa. El Batallón de Infantería Florida ha considerado aquel reducto como un trofeo.
¿Mostrarlo o no mostarlo? Cada tanto, los sucesivos gobiernos hicieron contadas visitas con personas que así lo solicitaban por diversos motivos. Pero nunca se abrió al público. Durante la presidencia de José Mujica el Ministerio de Defensa intentó pasarle la casa en comodato a la intendencia de Montevideo, incorporarla al Museo de la Memoria y desarrollar ahí una muestra de lo que fue el siglo XX en Uruguay y la violencia de los años sesenta y setenta. No prosperó.
Antes se presentaron dos proyectos de ley para abrir al público la cárcel del pueblo. El primero fue del diputado colorado Washington Abdala en 2002, que pretendía crear el Museo de la Reconciliación Nacional. Y el otro lo presentó en 2012 el entonces senador Luis Alberto Lacalle, planteando integrar esta casa al Museo de la Memoria como “lugar emblemático”.
Todo quedó quieto. Hasta el sábado 14, cuando integrantes de la Asociación Toda la Verdad y otros ciudadanos lograron ingresar con autorización del Ministerio. Familiares de Pereira Reverbel y de Frick Davies –aquellos últimos secuestrados por el MLN- tuvieron momentos de recogimiento ante las celdas de alambres.
Más allá de ese momento particular la pregunta es qué hará el gobierno en el futuro con esa casa. ¿La abrirá al público o seguirá cerrada como desde hace cincuenta años? Sería bueno tener una respuesta definitiva y que el asunto no siguiera en un limbo.