¿Vivimos en un ambiente acústico saludable?
El ruido es un contaminante que incrementa nuestro grado de intolerancia o agresividad y es la tercera causa de los problemas que recibe la Defensoría de Vecinas y Vecinos de Montevideo
30.04.2022 | tiempo de lectura: 3 minutos
Desde 1972 se reconoce, a nivel internacional, al ruido como contaminante, dado que puede causar daño a la salud, interferencias al bienestar y a la comunicación de las personas y en consecuencia, desde entonces se habla de contaminación acústica. El último miércoles de abril se conmemora todos los años, el “Día internacional de la concientización sobre el ruido”, con el propósito de promover acciones responsables que contribuyan a crear ambientes sonoros saludables.
En el informe mundial 2021 sobre la audición de la Organización Mundial de la salud, se estima que 80% de quienes habitan en las grandes ciudades sufre de un impacto acústico superior al recomendado. Agrega que para 2050, casi 2.500 millones de personas vivirán con algún grado de pérdida auditiva, de las cuales al menos 700 millones necesitarán servicios de rehabilitación.
Los ruidos además de generar problemas en la salud, generan problemas entre vecinos y reclamos.
En Montevideo, por ejemplo, el informe anual de la Defensoría de vecinas y vecinos indica que durante el año pasado se trataron 1.379 asuntos en total. Los problemas por contaminación acústica están en el tercer lugar con el 16%, después de los temas urbanos con 48,2% y los problemas de convivencia que alcanza al 24,4%. Pero, además, el 38% de los problemas de convivencia se producen por ruidos molestos.
La primera causa de ruido que se denuncia está vinculada al tránsito, en segundo lugar los locales bailables y las aglomeraciones en espacios públicos como plazas, lo que se denomina ruido social y en tercer lugar el ruido de las mascotas.
Si bien falta actualizar mediciones, sobre todo en algunas zonas del interior del país, las que no se pudieron realizar producto de la pandemia, el mapa sonoro de Uruguay se ha mantenido en los últimos años e incluso en algunos lugares ha mejorado, afirmó a los Medios Públicos, la Profesora Grado 5 de la Facultad de Ingeniería y responsable del Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental, Elizabeth González.
Con respecto al transporte la Ingeniera manifestó que, si bien la flota vehicular se incrementó, no aumentó la contaminación sonora gracias a la tecnología que reduce la emisión de ruidos, aunque destacó que, a la hora de controlar las exigencias deberían ser mayores en cuanto a las emisiones acústicas.
Con respecto a la segunda causa de generación de ruido, la responsable de la Defensoría de los vecinos en Montevideo, María Elena Laurnaga dijo a los Medios Públicos que durante los meses de verano hubo una “explosión de instancias de encuentro en plazas públicas y lugares de esparcimiento que llevaron a situaciones desesperadas de vecinos que no podían descansar. Seguramente el invierno atenúe esa situación, pero el gran desafío es cómo se articulan ambos intereses, para que convivan”, dijo.
En este sentido anunció que se realizará en conjunto con algún municipio, una intervención en una plaza como forma de demostrar con pequeñas experiencias innovadoras que se puede alcanzar una solución. Con respecto al ruido de mascotas Laurnaga adelantó que se estima que para el mes de julio se pueda retomar la experiencia de mesas de dialogo con distintos protagonistas que tienen responsabilidad en la regulación.
La Facultad de Ingeniería estudia la contaminación acústica desde los años 90 y la Ingeniera Elizabeth González destacó la ley nacional de prevención y lucha contra la contaminación acústica sancionada en 2004, aunque aún no se reglamentó y la legislación a nivel de cuidados laborales, donde Uruguay tiene desde el año 2012 la normativa de prevención del ruido más exigente. De todas formas consideró que a 10 años de su entrada en vigencia debería revisarse en cuanto a parámetros y tiempos de exposición al ruido, para poder cumplirla.
Las entrevistadas coinciden en señalar que debemos de tener claro que nuestro “paisaje sonoro” es algo que también generamos nosotros y es un buen momento para repensar comportamientos y producir cambios culturales.