Un nuevo gobierno en mundo nuevo (y peor)

Alfonso Lessa

07.03.2025 | tiempo de lectura: 3 minutos

Las imágenes de los exmandatarios Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle Herrera y José Mujica, juntos, en un palco, siguiendo atentamente el discurso del nuevo presidente de la República, Yamandú Orsi, en la Asamblea General y conversando animadamente con el rey de España, recorrieron el mundo.

Esas fotos fueron destacadas por medios internacionales como un ejemplo de la democracia uruguaya, destacada hoy como la número uno de América Latina.

A veces parece haber un exceso de elogios a nuestra institucionalidad, que puede parecer empalagoso, sobre todo cuando parte de nosotros mismos y muchas veces elude los problemas que obviamente también los tiene.

Sin embargo, creo que, no por repetida, esa imagen expresa una síntesis de la tolerancia republicana y la cohabitación política pacífica en el Uruguay, en un mundo convulso, estremecido y con una incertidumbre como no se conocía desde hace mucho.

Más aún, el hecho de que para nosotros esa foto no sea una excepción, le da más valor aún.

En la Asamblea General, el presidente Yamandú Orsi ofreció un discurso moderado, muy preparado, escrito, en el que claramente evitó cualquier tema confrontativo; un discurso de tono conciliador, que algunos —del nuevo gobierno y de la nueva oposición— consideraron como una mano tendida.

Hay quienes han cuestionado la falta de anuncios, aunque hubo definiciones relevantes, incluso desde una perspectiva histórica, como el hecho de haber reconocido que quienes sacrificaron la libertad pensando en una mayor justicia, han fracasado.

Una definición nada menor justo cuando el mundo todo se debate en una gigantesca confusión, las guerras y las amenazas de conflictos aún mayores.

La llegada de Trump por segunda vez al gobierno muestra lo peor de un autócrata electo, pero muy peligroso, que se elogia mutuamente (y se asocia) con otro de su mismo pedigrí, como los es Putin.

Mientras China advierte a Estados Unidos, como lo hizo pocos días atrás, que está dispuesta a llegar a la guerra en cualquier terreno.
Y países como México, Canadá y Panamá, entre otros, se aprontan para afrontar un período muy duro por la voluntad de Trump y cohorte.
Tenemos muy cerca a Milei. Y la reciente denuncia de que existió un plan para asesinar a Lula del que sabía Bolsonaro.

Seguramente ni Enrique Santos Discépolo imaginó tanto en su famoso tango “Cambalache” referido al siglo XX, pero que bien puede aplicarse al XXI con amenazas impensadas poco tiempo atrás. “…un despliegue de maldá insolente” en el que vivimos “revolca'os en un merengue, y en un mismo lodo. Todos manosea’os”.

Volviendo al discurso de Orsi ante la Asamblea General, debe destacarse la fuerte reivindicación que realizó de los partidos políticos y de todos los presidentes que gobernaron en estos 40 años de democracia.

Y algo muy relevante es que no cedió a la tentación refundacional que suele ganar a los gobernantes de diferente signo. Por el contrario, reconoció que existe una acumulación positiva de los distintos gobiernos, a los que ahora se sumaba el actual.

Entre los temas específicos, afirmó que mantiene intacto el compromiso con la libertad, la verdad y la justicia.

Aludió a la economía, al asegurar que el país “necesita recuperar la senda del crecimiento” y entre las prioridades ubicó el combate a la pobreza infantil y el desarrollo de la ciencia”.

Pero también habló sobre un tema que es prioridad para los uruguayos desde hace mucho tiempo y que en algunos sentidos, sobre todo en la represión, genera una sensibilidad particular en sectores de izquierda: la seguridad pública. “No habrá contemplación alguna con el delito ni con la represión del delito”, dijo el presidente, aunque aclaró que “la solución será insuficiente y hasta demagógica si no atendemos decididamente los múltiples causantes de la violencia”, expresó.

Todo lo relativo a la asunción quedó atrás, el presidente ya impuso en sus cargos a sus ministros y llegó el tiempo de gobernar. Y gobernar en

Uruguay, pero también en este mundo al que aludíamos. Y gobernar implica, liderar, procurar cumplir con el programa de su fuerza política, pero sabiendo que hay una oposición que, en este caso, ante la falta de mayoría en diputados, es más relevante que otras veces.

Y que habrá diferencias —ya se planteó una por Venezuela— choques pero también búsqueda de acuerdos.

Una de sus frases de algún modo contempla esta realidad: dijo que revelaba en contra de “ese supuesto país de las dos mitades, donde la mitad que gana recurre al 'ordeno y mando' y la otra mitad está condenada a obedecer”. “Sepan que nunca me llevé bien con los muros, tampoco con los ideológicos”.

Un presupuesto importante en este mundo tan difícil en el que el pragmatismo parece ser más importante que nunca.