Alfonsín en la campaña argentina: de aquella ilusión al presente
Columna de Alfonso Lessa
01.11.2023 | tiempo de lectura: 3 minutos
Se acaban de cumplir los 40 años del histórico triunfo del radical Raúl Alfonsín en la Argentina, por cuya herencia hoy incluso están peleando los peronistas.
Un hombre no solo clave en la historia argentina de las últimas décadas, sino muy importante para el Uruguay, en tanto abrió un espacio fundamental para el exilio uruguayo y resultó un respaldo también muy relevante en la transición uruguaya.
Es decir un hombre que no solo debe mirarse desde una perspectiva argentina, sino también desde nuestro país.
Hace cuatro décadas el dirigente peronista Herminio Iglesias cerraba la campaña electoral de ese sector, en un gigantesco acto de mas de un millón de personas, prendiendo fuego un ataúd con las siglas UCR, que llevaba como candidato a Alfonsín.
El hombre que representaba aquel cajón, ganó.
Hoy, cuarenta años después, Alfonsín, fallecido en 2009, se ha instalado otra vez en medio de una campaña.
Pero se instaló del modo mas impensado, porque es el candidato del peronismo Sergio Massa, junto a otros dirigentes de su sector, quienes reivindican a Alfonsín y se disputan su imagen.
Alfonsín asumió en diciembre del 83, en medio de una alegría popular indescriptible para quien no la vivió personalmente. Incluso mucho más allá de la impresionante presencia de las decenas y decenas de miles de personas que desbordaban la plaza de Mayo y todas las calles cercanas, en una tarde de un calor infernal, para escuchar al nuevo presidente hablando desde el Cabildo, frente al balcón del que se habían adueñado el peronismo y luego los militares.
El impacto trascendió por mucho el multitudinario acto de asunción, porque los argentinos, de todos los sectores, compartían en calles, plazas, donde fuera, su alegría, con gestos, cánticos, abrazos, lágrimas. Tremendo. Humanamente conmovedor, mucho más allá de banderas políticas. Era el fin de la dictadura y empezaba un tiempo de esperanzas.
¡Qué lejos de la actualidad, del derrumbe y la desesperanza que sufre la Argentina!
Alfonsín encabezó una transición complejísima en la Argentina luego del desastre de las Malvinas, en medio de un descalabro económico, problemas sociales, una importante cuota de poder que todavía mantenían los militares y la reaparición pública de figuras de las guerrillas, en especial de Montoneros.
Cuando ganó, todavía faltaba más de un año para las elecciones en Uruguay en el decisivo año de 1983. Y con todos aquellos problemas, tuvo tiempo para respaldar de manera contundente a la oposición uruguaya y apoyar a los exiliados que estaban allí y otros que volvieron para recalar en Buenos Aires, como Wilson Ferreira Aldunate.
Y los uruguayos que viajaban temporalmente a Buenos Aires, tenían allí el espacio para decir lo que quisieran, para encarar contactos políticos, negociaciones, discutir estrategias, etc.
Luego, cuando Julio Sanguinetti asumió su primera Presidencia y los militares mantenían cuotas de poder importantes en toda la región, Alfonsín se reunía de manera habitual con el propio Sanguinetti y el presidente del Brasil José Sarney. Era una forma de respaldarse mutuamente en aquellas renacientes democracias, frágiles aún.
Se reiteraban las cumbres a las que Sanguinetti concurría con las más altas figuras de todos los partidos, incluidos el wilsonismo y Seregni.
Después de la caída de Stroessner incorporaron al Paraguay.
Aquel período también, puede decirse, fue la semilla del Mercosur: un sucesión de hechos políticos que abrieron campo a la integración.
Alfonsín promovió la anulación de la autoamnistía de los militares, instaló la Conadep que dio lugar al informe del Nunca Más, y llevó adelante los juicios a las juntas militares y a los principales líderes guerrilleros que habían actuado en democracia.
También, en medio de enormes presiones y un situación delicada, promovió leyes polémicas como el Punto Final y enfrentó levantamientos militares y la toma guerrillera del cuartel de La Tablada, con un alto número de muertos.
La hiperinflación lo acorraló y entregó el poder a Carlos Menem, ganador de las elecciones, poco antes de terminar su mandato.
Lo cierto es que más allá de cualquier otra circunstancia hoy es reivindicado en plena campaña por sus más duros críticos.
Por méritos propios, por supuesto, pero quizás, en parte, por aquel viejo aforismo que dice: “otros vendrán que bueno me harán”.