A 40 años de la liberación de Seregni: un hecho histórico crucial

Alfonso Lessa

19.03.2024 | tiempo de lectura: 3 minutos

La liberación del general Líber Seregni el 19 de marzo de 1984, hace 40 años fue no solo el final de una injusta y dura prisión, sino también un hecho clave en un año clave para la transición, en particular luego del fracaso de las negociaciones del Parque Hotel.

Su liberación abrió paso a una estrategia de negociaciones con los militares en la que Seregni y Sanguinetti fueron copartícipes, ante la postura dura de Wilson Ferreira de no negociar.

Gran parte de este proceso se completó con Wilson Ferreira Aldunate y Juan Raúl presos.

En los actuales tiempos electorales, donde destacan la rispidez, la violencia verbal, el doble discurso, la mentira, la falta de criterios y hasta hechos anómalos como el que refiere a la denuncia sobre Orsi, cuando se dice que no vale todo, pero se recurre al vale todo, bien vale sí recordar a Seregni y enorme actitud ética.

Aun cuando en sectores del propio Frente Amplio es tan poco recordado y tan poco reivindicado; y a veces notoriamente, por cumplido.

Recuerdo que la dimensión ética de Seregni era un aspecto central que Danilo Astori —otro insustituible— destacaba del general retirado y máxima figura histórica del Frente.

Lo entrevisté muchas veces y, perdón por la referencia personal, pero no puedo evitarla en esta circunstancia, tuve la enorme fortuna de ser muy amigo de Seregni, de su esposa Lily y de una de sus hijas, Bethel. Con la otra hija, Giselle, la relación fue amable, pero no tan cercana.

Y esa cercanía me permitió conversar muchas veces, muchas horas, en su hogar, sobre muchos temas, en conversaciones, lejos de los micrófonos, en las que me contó muchas cosas: de sus luchas, sus sentimientos, su cárcel, las alegrías y también de las traiciones que sufrió.

Lo mismo con la propia Lily —una mujer fantástica y muy valiente— incluso con Seregni preso.

Seregni siempre evitó hablar públicamente de algunos de esos temas, los más sensibles, la tortura, los malos tratos y algunos asuntos que podían generar problemas en el propio Frente.

Era un hombre extraordinario, de una gran calidez y su liberación abrió una expectativa muy grande: en todos los medios políticos y militares se esperaban sus palabras con ansiedad.

Había quienes tenían dudas sobre cuál sería su actitud: si dura, de revanchismo o de una contribución fundamental para el nuevo proceso que se abría en procura de una salida pacífica.

Y fue esto último: ante la multitud reunida en bulevar Artigas y bulevar España —con una gran presencia juvenil— que realizó un discurso conciliador, llamando a la serenidad y a contribuir pacíficamente a una nueva etapa del país. Su actitud fue fundamental.

También me tocó cubrir el hecho ese día en el apartamento del senador Rodríguez Camusso, en el edificio contiguo al de Seregni, donde se montó un centro de prensa. Así como de participar de su primera rueda de prensa ante muy pocos periodistas en su propio apartamento. La esencia fue la misma: un llamado a la paz.

A su apartamento llegaron todos los líderes partidarios, en un ambiente extraño, lleno de fervor de quienes estaban frente al apartamento y un desfile de figuras proscritas en un hecho político casi impensable en aquellos días de la dictadura.

No dejaba de respirarse cierta tensión, que incluyó el control de los periodistas. Por ejemplo, a partir de cierto momento, quienes salían del apartamento de Rodríguez Camusso no podían volver a entrar.

Más allá de discusiones, Seregni siempre se mostró muy satisfecho de los acuerdos en el Club Naval, a los que se negaba a llamar pacto.

Su liberación y su actitud constructiva consolidaron el ambiente para la búsqueda de un acuerdo, mientras en la interna militar se jugaba una pulseada entre los más reacios —algunos liderados por Gregorio Álvarez, otros tenientes de Artigas— y aquellos que veían ese acuerdo como una necesidad impostergable incluso para las propias Fuerzas Armadas, entre quienes se destacó finalmente el general Hugo Medina.

En estos tiempos electorales que aparecen llenos de nubarrones, sería un ejercicio muy positivo recordar su actitud, su ética y su espíritu conciliador, al salir de una prisión tan dura como injusta.

En ese sentido no se puede dejar de mencionar la tarea que vienen desarrollando los expresidentes Julio Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y José Mujica que —dejando diferencias ideológicas— comparecen en conjunto en una demostración práctica de tolerancia y como un llamado desarrollar la política por lo alto y sin caer en las manijas de las redes y los rumores.