¿Atrapado sin salida?
Análisis de Alfonso Lessa
13.12.2022 | tiempo de lectura: 4 minutos
Uruguay se debate desde hace ya mucho tiempo entre un Mercosur inoperante, cada vez más formal que sustancial, cada vez más político y menos comercial (con todo lo que ello implica), y la forma de asegurarse mercados amplios y estables para su producción
Lo ocurrido en la reciente cumbre de ministros y presidentes en Montevideo, no hizo mas que desnudar una vez más las contradicciones de un bloque que, además de todo, es cada vez más dependiente de los enormes problemas internos -por momentos tragedias- de todo tipo que sufren Argentina y Brasil.
La cumbre demostró que el Mercosur se ha transformado, ante todo, en un instrumento para exhibirse internacionalmente como lo que no son, ni el bloque, ni sus miembros.
Esta cumbre, tal como era previsible, fue, para empezar, renga: la obvia ausencia de su presidente Jair Bolsonaro en medio de una compleja transición, privó a la reunión de uno de sus grandes socios. La inminente llegada de Lula hacía impensable que Bolsonaro viajara a Montevideo. La enorme polarización que vive el Brasil, por otra parte, agrega dudas sobre el futuro del bloque en algunos de sus aspectos centrales.
La cumbre, en todo caso, si uno analiza detenidamente lo que dijeron unos y otros, dejó en claro que el Mercosur vive hoy, por sobre todas las cosas, un momento de absoluta parálisis.
Un bloque en el que Uruguay defiende cambios que le permitan abrirse camino en favor de su economía -con planteos que incluso son anteriores a este gobierno- y una posición liderada por el gobierno argentino que bajo el pretexto de dar unidad al grupo, esconde un proteccionismo extremo y políticas que van absolutamente en contra del espíritu fundacional del Mercosur.
En cierta forma hay una mirada comercial que prioriza Uruguay y en buena medida Brasil, aunque con matices propios de su poder y su propia estrategia; y una mirada política que encabeza el kirchnerismo y que espera contar ahora con Lula. Y una vez más ese Mercosur que se propuso hace 31 años un plazo de 4 años para formar un mercado común -sueño postergado hasta hoy- y que no ha podido concretar muchos de sus planteos más elementales como el libre tránsito de personas y mercaderías, corre el riesgo de convertirse por sobre todas las cosas en un foro político. Que por supuesto dependerá de los cambios políticos de sus socios.
En ese marco se defiende a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como una especie de contrapeso de la OEA -aunque después todos desfilen por Washington pidiendo dinero- y hasta se habla de la resurrección de la UNASUR, una fracasada organización de carácter estrictamente político. En ambas pesan gobiernos como el del Venezuela.
Y en todo esto juega Argentina, una Argentina que va de mal en peor, si eso es posible, tanto en lo económico, como en lo social y lo político, con un Alberto Fernández que pretende defender a Cristina Fernández, después de haber sido, probablemente, la persona que peores cosas ha dicho públicamente y no hace mucho, de la actual vicepresidenta.
La movida argentina que ahora preside temporalmente el Mercosur, (también fogoneada por el México de López Obrador) es probable que también tenga corta vida, porque parece altamente improbable que el kirchnerismo mantenga el poder en las próximas elecciones.
Es decir, la parálisis del Mercosur en una buena parte, responde a los graves problemas internos de sus socios, a sus inestabilidades y cambios drásticos.
Hoy el Mercosur no cumple ni con sus más básicos objetivos: ni siquiera es una unión aduanera, ya que no existe un arancel único: hay por lo menos tres, uno de Uruguay y Brasil, otro de Argentina y otro de Paraguay.
Los mayores cruces durante la cumbre se dieron entre Lacalle Pou y Alberto Fernández -viejos conocidos que han compartidos asados y charlas desde hace mucho tiempo en las dos orillas. Alberto, un crítico feroz de Cristina, se ve en muy buena medida condicionado por la situación de la propia Cristina, el discurso K y camporista y llegó a hablar -parece un chiste, o lo es- de un Banco Central del bloque.
Al gobierno de Uruguay se le dijo que tenía que optar, que si hace acuerdos con terceros países por fuera del Mercosur, debe dejar el bloque.
Un afirmación sin sustento legal, ya que no existe norma que lo permita. Y para expulsar a un país de esta manera, paradójicamente deberían violarse las normas del propio Mercosur.
Mas aún, el gobierno de Vázquez estudio jurídicamente el tema establecido en la famosa resolución 32 sobre las negociaciones externas comunes, llegando a la conclusión que se trata de una mera declaración de intenciones y que ningún estado miembro del Mercosur la aprobó o internalizó. Hay, sobre estos, algún jurista que tienen otra visión.
Un reciente cambio de aranceles resuelto por Brasil y Uruguay, al margen de Argentina y Paraguay, es uno de los tantos hechos que ya han ocurrido sin consenso.
Paraguay mira todo de reojo porque tiene sus propios intereses -cuando menos ruidos con China mejor, porque tiene relaciones con Taiwan- y Bolivia se sumó con un claro interés político a la declaración que hicieron Argentina, Brasil y Paraguay. Aunque Bolivia pidió el ingreso pleno pero el parlamento brasileño no lo ha aprobado y parece difícil que lo haga ahora.
Mientras tanto, aquellos con los que Uruguay negocia, reciben sutiles y no tan sutiles advertencias acerca de la inconveniencia de no acordar junto a todo el Mercosur.
En síntesis: un gran zafarrancho, un enredo del que nadie sabe bien como salir y que mientras tanto es aprovechado por algunos en sus problemas domésticos.
Y la gran pregunta es: mientras tanto, ante esta parálisis llena de contradicciones y contaminada por las crisis de sus vecinos, ¿qué hace Uruguay? ¿Cruzarse se brazos? ¿Arriesgar el enojo de los dos gigantes que lo rodean?
Un diplomático, de larga experiencia internacional, hizo un comentario sobre este asunto, que no es habitual en los análisis: “hay -explicó- un tema de política internacional que es muy importante. El Mercosur sin Uruguay (con sus atributos de credibilidad y estabilidad) no es el Mercosur. Podrá ser otra cosa, pero no el Mercosur”.
La situación no es fácil, porque como el título de aquella famosa película con Jack Nicholson, Uruguay parece “atrapado sin salida”. Pero la busca.