Cardoso y una semana movida

Por Alfonso Lessa

23.08.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos

Con el mar de fondo por las discusiones sobre la Rendición de Cuentas, la LUC y las ocupaciones ilegales -incluyendo algunas escaramuzas y la insólita publicación de un tuit insultante de una diputada de la 1001 fuera de todo contexto político, democrático y republicano- apareció la renuncia del ministro de Turismo, Germán Cardoso.

La dimisión no fue producto de la nada, sino de cuestionamientos severos sobre su presunto proceder irregular en la contratación de publicidad, hecho que motivó la destitución del hasta entonces director nacional de Turismo, Martín Pérez Banchero. El jerarca, colorado como Cardoso, se había negado a avalar compras directas millonarias que consideró que se apartaban de la normativa.
En algunos medios se ha atribuido todo esto a un enfrentamiento personal y a un problema de la interna colorada. Es posible que esos hayan sido dos ingredientes, pero el tema es mucho más profundo.

La situación, en primer lugar, demuestra la complejidad en el manejo de cualquier gobierno para controlar todo lo que ocurre en su interior; y más aún cuando se compone de alianzas tejidas a lo largo del tiempo y que para sus propios intereses resulta necesario mantener. Quizás, sin la denuncia de Pérez Banchero, nunca se hubiera discutido el tema y los uruguayos no nos hubiéramos enterado de nada.

La oposición, como es razonable, ha tratado de sacar réditos de este episodio. Después de un extenso período de un año y medio de casi parálisis y de unas cuantas actitudes erróneas en donde buscó pegar donde muchas vez no sólo le era improductivo, sino también dañino para sí mismo, el Frente Amplio ha empezado a encontrar algunas brechas para tratar de poner temas de su propia agenda en la mesa. Quizás el tema más claro sea el de la LUC pero también aparecen agujeros como este, que le sirve el propio oficialismo. De todos modos ya tendrá Cardoso la oportunidad de defenderse en el Parlamento, al que retorna, y en el que promueve una comisión investigadora.

La contracara de los mencionado, es la velocidad con la que el presidente Luis Lacalle Pou resolvió el tema en acuerdo con el liderazgo colorado, al conocer que el ministro no le había mostrado todas las cartas a la hora de defenderse. Cortar de un tajo el problema era mucho más razonable y productivo que la defensa automática y a ultranza que, por ejemplo, tantos problemas le causó al Frente Amplio. Una piedra con la que tropezó en el pasado y con la que vuelve a tropezar en el caso del senador Andrade, sin necesidad alguna.

No fueron los gobiernos frentistas, por cierto, los únicos que en el pasado han defendido a capa y espada a dirigentes o miembros de sus respectivos gobiernos en casos insostenibles.

Este episodio de Cardoso dejó muy en claro otra realidad innegable: fue el ex presidente Julio Sanguinetti quien -una vez más- debió asumir el tema reservada y públicamente, para sacar las castañas del fuego. Y no sólo por su cargo de secretario general del Partido, sino por su experiencia y el peso natural de su figura. Es decir que la renuncia y todo lo que ocurrió en torno a este asunto mostró los problemas de los colorados respecto a la renovación de sus cuadros, al menos al nivel de Sanguinetti; más allá de la aparición de algunos dirigentes que buscan un lugar de relevancia.

En términos generales podría decirse que la semana dejó la sensación de una escenario político que empieza a moverse, con una coalición de gobierno -que más allá de diferencias razonables- se muestra sólida; y una oposición que busca y encuentra huecos para actuar.