Ortega y una farsa
Por Alfonso Lessa
16.08.2021 | tiempo de lectura: 3 minutos
Hace ya muchos años, en 1985, llegaba a Montevideo para participar de la asunción de Julio Sanguinetti y el retorno a la democracia, el presidente nicaragüense y líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) Daniel Ortega.
El jefe de la guerrilla que había terminado con la oprobiosa dictadura de los Somoza, llegaba en un ambiente festivo y rodeado de afecto y respaldo, luego de aquel triunfo y cuando ya asomaban problemas con la llamada “contra” apoyada por Estados Unidos, en lo que constituyó otro nefasto error de su política internacional. Un apoyo que derivó en un escándalo internacional y en los propios Estados Unidos porque los fondos para financiar la “contra” provenían de la venta ilegal de armas a Irán, prohibida por el propio Congreso norteamericano.
Cuando el sandinismo derrotó a Anastasio Somoza, en aquel 1979, el diario “El Día” hizo sonar en Montevideo su sirena para festejar Era plena dictadura uruguaya, y el diario también publicó de apuro una edición especial e histórica sobre el suceso. Casi todo el mundo festejaba.
La caída de Somoza y el pluralismo de la primera Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional abrían las puertas a la esperanza: allí estaban, entre otros, además de Ortega, Violeta Chamorro, la viuda de Joaquin Chamorro, periodista cuyo asesinato desató la ira popular y empujó la revolución sandinista; y el escrito Sergio Ramírez, luego vicepresidente y desde hace años un fuerte opositor.
En 1985, cuando vino a Uruguay, Ortega también lo hizo procurando apoyo internacional para buscar un acuerdo paz. Entre otros se reunió con Sanguinetti, al que elogió por su actitud conciliadora.
El FSLN ganó las elecciones de 1984 pero perdió en 1990 a manos de la mencionada Violeta Chamorro, cuando muchos de los revolucionarios ya se habían dado vuelta.
Ortega volvió al poder en 2007 y desde entonces se transformó en un nuevo Somoza o aún peor. Y junto a su esposa Rosario Murillo construyeron una siniestra dupla que gobierna con un completo absolutismo. Este hombre, acusado además por una hija de su mujer, de haberla violado, con un descaro absoluto ha detenido y llevado a prisión a todas las candidatas y candidatos que se le pudieran oponer.
Nicaragua se asoma a una nueva elección o, mejor dicho, a una absurda representación de una obra en la que nadie cree. Será el 7 de noviembre.
Hoy desde la izquierda de Uruguay hay sectores que han condenado a Ortega en forma contundente, en un giro plausible. El problema es todo lo que se lo alimentó antes. Y lo que se sigue alimentando. Y el doble discurso. Porque mientras sectores de izquierda de Uruguay condenaban las acciones de Ortega, el Foro de San Pablo -que integran el Frente Amplio y sus miembros- respaldó ampliamente, en junio pasado, al dictador. Como siempre, se antepuso el falso argumento de la lucha soberana.
“Apoyamos el Gobierno y el pueblo de Nicaragua en este momento de ataque contra su soberanía e independencia”, expresó el Foro en un comunicado en el que señaló que candidatas y candidatos de la oposición “son investigadas por crímenes contra la patria”.
En febrero de 2017 el escritor y periodista uruguayo Fernando Butazzoni -que combatió con el FSLN- escribió una memorable carta al hoy dictador. Refería al sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, una de las grandes personalidades de la revolución, a la que Ortega en su momento dijo admirar y que falleció en marzo del año pasado a los 95 años perseguido por el régimen.
“Luego -escribió Butazzoni- resultó que tu admiración por el poeta Ernesto Cardenal se convirtió en odio y persecución. Y ahora, casi cuarenta años después, vos y tu mujer siguen ensañados con él, y con trapisondas legales lo quieren humillar sacándole los pocos reales que pueda tener, confiscándole la casa donde vive y dejándolo en la calle. Por cierto que él es un opositor a tu gobierno, pero la revolución sandinista se hizo también para eso: para que los opositores no tuvieran que andar escondidos, para que no los persiguieran ni los torturaran allí, justo allí, en El Chipote donde vos habías estado preso. Vos dijiste que la revolución se hizo para la libertad. ¿Qué pasó, Daniel? ¿Te olvidaste de todo aquello?”
Tal vez, en circunstancias como estas, también cabría recordar palabras que en su momento dijo Tabaré Vázquez en octubre de 1993: “en general los pueblos latinoamericanos tenemos tendencia a culpar al imperio de turno de todos nuestros males. Creo que debemos cambiar.”